viernes, 27 de diciembre de 2019

Resurrección

¿Qué otra cosa podía hacer
que no fuera intentar
resucitarlo?

No podía hacer otra cosa.
Aunque vos dijeras
de que no,
aunque me mostraras cada hueso,
casa astilla,
cada despojo del cadáver,
yo solo podía insistir.

Empujar desesperado
una y otra vez el pecho
de lo que fuimos
esperando el milagro,
que tu boca se abriera
y dijera las palabras
que alguna vez fueron
aire fresco.

Cómo no seguir intentando,
insistiendo con una gramática
que ya no tocaba tu piel,
tus manos, ni tu sexo.
Aunque dijeras que no,
que ya no,
que era suficiente,
aunque me rogaras
que cuidáramos los restos
del ayer.

Solo me quedaba insistir,
negar el olor putrefacto
de lo que ya no late,
hacer caso omiso de las
palabras de alivio,
desoír las inútiles condolencias.

¿O acaso hay otra forma
de admitir una muerte
que negándola?

Por eso grité como
un idiota frente al espejo,
por eso me lastimé las
manos con ignorada
juventud,
por eso empujé una
y otra vez de nuestros
recuerdos
hasta quedar exhausto.

Hasta que el tiempo hizo lo suyo,
y dejé de buscarnos
en las cenizas,
y recuperé el aire,
y entendí que al amor
nadie lo mata,
el amor sólo se muere.
















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