Debés saber disculpar esta soberbia necesidad de explicarte,
esta ciega y torpe necesidad de definirte.
Que manía esta estúpido impulso de pronunciarte,
de atar tu rostro a un nudo de significantes.
Como si unas pequeñas palabras pudieran decir algo de
la desnudez de una espalda.
Como si unos inocuos versos pudieran acaso
explicar la inflexión de tu silencio.
Como si algo de todo lo dicho pudiera siquiera arañarte
o
como si de verdad esta nausea de verbos tuviera
algo que ver con la serenidad de tu mirada.
Que humillación esta de no poder alcanzarte,
de intentar acariciarte con estériles vocablos,
un lenguaje que no conoce tu lengua.
de intentar acariciarte con estériles vocablos,
un lenguaje que no conoce tu lengua.
Que despotismo de estas manos trémulas que escriben
por no poder todavía rozarte.
Pero debés disculparme ciruela,
perdón por este coagulo de palabras perennes,
por esta impotencia de tacto,
por estas pequeñas palabras,
por esta maldita ansiedad
de tu sonrisa en mi cama.
Emedeerre.
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