domingo, 30 de agosto de 2020

Aire

 Alguna vez fui solido.

Todo lo que sabía era cierto.

Las certezas caían de mi boca,

y tomaba decisiones,

y no dudaba, 

y la verdad tenia mis argumentos, 

mi geometría, 

mis deseos,

mi fe. 


Después todo empezó a disolverse.

Perdí solidez.

Me fui dejando arrastrar por otras voces,

me volví un río deseos de otras bocas.  

Aburrido de querer tener razón,

dejé de gritar,

y comencé a fluir por todo 

lo que me conmoviera. 


Ahora quizás solo quede evaporarse. 

Flotar entre los otros sin pretensiones.

Sin la mirada hostil, 

ni la palabra pedante.

Ser una presencia invisible, 

un viento que roza y no arrasa.

Un aire imperceptible 

para aquellos que quieran respirarme. 


  



domingo, 23 de agosto de 2020

Moscas




De qué sirvió esa torpe economía del deseo.
Creer que si yo...
entonces vos quizás...
esa matemática demencial,
ese sostener una forma
vacía de contenido.

Cómo permitimos esa insistencia,
esa absurda idea de la mesura.
Acomodar los modos,
ordenar los gestos,
dosificar los gemidos,
racionalizar los silencios.

Cómo pudimos caer tan bajo,
volvernos la comedia
de la que siempre nos reímos.
Pedirte un poco menos,
exigirme un poco más.
Hacer del amor un Excel.

Porque no está mal
que eso que fue,
hoy ya no sea.
Lo que duele es la mecánica cobarde,
la agonía gozosa,
la obstinación de la mosca
golpeando contra la ventana,
sin atreverse a cambiar su vuelo.



 


 



viernes, 14 de agosto de 2020

Scanner

La primera vez que lo vi a Pablo, 

me cayó mal. 

Era el mejor del equipo de básquet. 

Un tiempo después me ofreció sentarme 

a su lado en un colegio secundario

del que no hubiese salido vivo sin él. 

Veinte años más tarde me convertí

en padrino de su hijo.


La primera vez que leí algo de Luis

en facebook me causó rechazo. 

Cómo alguien podía compartir

fragmentos de novela ahí.

Tres años más tarde, 

Luis no solo me ayudó a escribir

y corregir dos novelas,

sino que se volvió un amigo imprescindible. 


Hoy leí un libro de poesía

de un tipo al que hace un 

tiempo había visto recitar en Youtube

y algo me había disgustado.

Su libro me rompió la cabeza. 


Conclusión: 

La primera impresión no es la que cuenta.

La mirada, a veces, 

es un scanner que funciona mal. 









martes, 4 de agosto de 2020

Privilegios

No sé escribir con la furia
del hambre,
con la piel rajada de frió,
escribir como los que
nunca pudieron ver el mar
ni calentarse junto al fuego.

Desconozco cómo es escribir
con las manos ampolladas,
con el cuerpo cansado,
con el barrio sangrando,
y para ser honesto,
no pretendo hacerlo.

Porque lo que me duele,
y me conmueve
es la conciencia de que
el mundo empieza fuera de mi,
y desde ahí,
busco y escribo.

Porque quizás el azar,
acaso el destino,
-pero nunca el mérito-
me parió del lado
de los intactos.

Los del plato lleno,
la cama abrigada,
la mano caricia
y no golpe,
la ternura como suelo.

Pero este privilegio,
esta suerte de
que la hospitalidad
haya sido la norma,
y la hostilidad la excepción,
me obliga a no ignorar
el sufrimiento ajeno.

Porque hace tiempo
entendí que nadie
se salva solo,
que la vida no puede
ser sólo la posibilidad de algunos,
que no hay deseo cuando
hay hambre,
y que el mundo no debería
ser jamás
patrimonio de unos pocos.

Por eso,
aunque no escriba desde la furia,
ni desde el frío,
ni desde el hambre,
escribo con el dolor de los que me duelen,
con los dañados y los rotos,
escribo mientras la insurrección avanza,
y hasta que todos los privilegios
-incluido los míos-,
caigan.


















lunes, 3 de agosto de 2020

supongamos

Supongamos que es tristeza.
Que se escribe tristeza,
y se pronuncia como tal.

Supongamos que lo admito,
y digo que si, que es eso.
Aunque se sienta distinto,
y desconfíe de su textura, 
de su peso 
y hasta de su timidez.

Supongamos que lo es, 
-aunque insisto: no lo sé-, 
¿Por qué debo asumirlo, 
y confesarlo como una fe? . 

Si esto que parece tristeza,
que sabe como ella,
y tiene sus formas,
sus modos,
y su voz, 
pero aun dudo de su nombre,  
¿Ante quién me debo disculpar?

Y si finalmente lo es,
y asumo mi debilidad, 
porque extraño una tierra,
y me parece cruel la distancia, 
y hay rostros que me faltan
y temo no volver a ver.
¿Quién me obliga a tener que poder?  

Y si tienen razón,
y es eso que se escribe como tristeza,
y se pronuncia como tal,
y estoy exagerando, 
y va a pasar, 
como afirman que todo pasa. 
¿No puedo fingir no saber?
¿Evitar nombrar a eso que duele?
¿O alguien está libre de sus nostalgias?



 



 



Sed

En el principio todo fue una boca.
Ni uno ojos,
ni unos labios,
ni una fe.
Lo juro, 
la caminaron mis manos.

Esa boca,
-que fue el principio-
fue un domingo,
fue un futuro,
y recorrió el frío de mi piel.

En el principio fue una boca,
y ahí mismo fue el desierto,
el oasis,
y el fin de toda timidez. 

Después vino lo otro.
La palabra torpe, 
el silencio crudo,
el desprecio,
y el caer.  

Después vino lo otro,
pero eso no importa.
Porque una vez ese boca
lo fue todo, 
y de sus restos bebe mi sed.