El lápiz de
color ahora vomita grises.
Quien
niega que fue de verdad, quien se aventura a tamaña injuria,
Quien omite esa mano caminando una espalda virgen que ya no late.
Nada de lo
que creció duerme aun en mí, apenas un reflejo verde agua.
Tal vez la serpiente de
cascabel mordiéndome el estomago me devuelva algo de ese
instante imberbe.
La foto que cuelga en la heladera
me mira repugnada, renunciando a hacer las paces con
un sujeto
que ya no se recuerda.
Una obstinada regresión me
pide disculpas y un niño que ya no sabe quién
es
escribe estas inocuas
palabras.
La potencia de la ignorante infancia es hoy apenas,
una ameba certidumbre.
una ameba certidumbre.
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