La tierra grita desde adentro
haciendo temblar en su gemido
nuestras precarias existencias.
nuestras precarias existencias.
Ese tibio pedacito de realidad que
confirma
que alguna forma de verdad es todavía posible.
La música del mundo
afina
y desde las entrañas del
monstruo hombre que todo lo piensa,
asoma el lobo niño que todo lo
siente.
La
muerte hipócrita renuncia brevemente
a su oficio despreciable,
y nuestros pies aciertan otra vez el paso.
El instante donde nada duele,
y una mano gigante acaricia
nuestro ser,
haciendo las paces con viejos demonios
hasta empaparnos en un llanto.
Una música sin nombre, ni
Dios,
cuyo bandoneón calienta las arterias,
llenando la boca de espuma
y sangrando vida.
Ese momento donde la vida
es fin y principio.
El segundo donde llegan
todas las respuestas.
Ese preciso instante en que ella me sonríe.
Ese momento donde la vida
es fin y principio.
El segundo donde llegan
todas las respuestas.
Ese preciso instante en que ella me sonríe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario