jueves, 24 de enero de 2013

Lagañas.

Vos decías que era un capricho,
pero qué manera de gustarme el primer beso del día
ese mal aliento matutino. 
Incluso te miraba ahí acurrucada entre la almohada
y me mordía los dedos para no despertarte y zambullirme en tu boca

Vos me decías que te deje ir a lavar los dientes, 
pero sabias que yo me enojaba, 
y accedías sonrojada.
Es que después del dentífrico, ya no era lo mismo
Sentía que la realidad te devolvía prefabricada.

Cuando te despertabas sobresaltada por si habías roncado
y yo no podía más que reírme 
de tus lagañas acarameladas
y te chantaba otro beso en el ojo lagañoso. 

Lo mismo que tus pelos, ese caos 
castaño claro que vos querías disimular con 
visibles invisibles. 
Como me gustaba verte reír toda despeinada
como si todo el viento sur se hubiera dormido en tu cabeza.

Y cuando me retabas porque cruzábamos las piernas, 
alegando que no llegaste a depilarte.
Pero qué me importaban a mi unos pelos 
efímeros
si nuestras piernas eran un nudo marinero. 

Nunca entendiste que ese era el momento más real de todos
cuando el mundo todavía no nos alcanzaba
y nosotros sin prejuicios  
nos salvábamos en la cama







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