jueves, 28 de febrero de 2013

Aún


He decidido abandonar los relojes y los calendarios.
Pues al parecer, mi tiempo es medido
por todo lo aun ignorado,
quiero decir, es la medida de lo desconocido
la que me inscribe en lo cotidiano.

Celebro esa puerta hermosa a la muerte
esa silueta virgen que aún no me ama,
que todavía se me escapa,
La medida de lo desconocido es el paso siguiente
al precipicio necesario.
Bendigo esa ignorancia me que hace eterno,
esa fuga de un pasado muerto e inmenso.

El segundo previo al mundo, 
el instante oscuro al que toda libertad condena,
El grito que aun retengo, 
la sangre que me hierve,
la espalda inexplorada,
el rostro todavía anónimo,
el sexo que aún no tengo,
la respiración entrecortada,
el dolor sin nombre.

El ebrio, 
dificil,
 e inevitable
destino de lo incierto.
Ese sea acaso, 
todo mi calendario. 








lunes, 25 de febrero de 2013

Si


Si me choco la pared.
Si tropiezo con la-misma-piedra.
Si me perdí-ese-tren.
Si me escondo.
Si quise morirme.
Si miento.
Si digo juro que es la última vez.
Si me contradigo.
Sí, siempre digo nunca.
Si me lo advirtieron.
Si pierdo el tiempo.
Si digo que entiendo, y  no entiendo. 
Si no hice caso.
Si, a veces,
Si escupo para arriba.
Si es una amenaza.
Si juro en vano.
Si tengo prejuicios.
Si lastimo.
Si no me arrepiento. 
Si niego mi borrachera. 
Si me tengo lastima.
Si no se decir que no.
Si dije que no, cuando era sí. 
Si me repito. 
Si amo para siempre, siempre.
Si sé que duele.
Si debo estar vivo. 
Sí, claro que sí. 

Gollete

Nunca supe muy bien que de que me hablabas
y aunque te enoje saberlo ahora,
 nunca me interesaron mucho tus palabras.
Es que estas llegaban tarde, porque antes,
mucho antes me abrumaba tu llegada. 

Honestamente no me interesaba si eras de Tauro
 con ascendiente en Escorpio,
o eras rata de metal.
Tampoco podía concentrarme en tus problemas de trabajo
 y en lo mal que te llevabas con tu hermana.
Quiero decir cuando me contabas estas cosas, 
yo ya estaba en otro lado.
Sabía que algo decías, 
pero me era ininteligible, 
yo solo pensaba en mirarte sin ponerme colorado. 

Cuando me hablaba de lo mucho que te gustaban las plantas 
y de tus poemas favoritos, 
yo imaginaba como seria besarte en una plaza.

Cuando de pronto me interrogabas, y esperabas mi respuesta
me salía un tibio monosílabo y vos me mirabas desconcertada. 
Corría el riesgo de que mi estupidez te asuste, 
pero supongo que eras indulgente con mi inocua cara de nada. 
Es que mi panza era un panal de abejas, 
y masticando dudas pensaba
 como tejer una bufanda de manos para tu espalda.  

Cuando me pedías un consejo,
era como una puñalada
 tenía que  hacer un esfuerzo horrible,
volver a este lado del mundo, 
tirar una frase inteligente,
darte una palabra decente. 
Ajam, 
 si, 
claro, 
y tenes razón
eran mis respuestas más elaboradas
Es que tu presencia me disociaba
 y hasta me dolían tus pestañas.

Puede ser que este amor no tuviera gollete
que vos necesitabas vomitar palabras
y yo te servía de palangana
Pero a mí todo eso me sobraba,
ya tenia tu sonrisa verde agua
y mi esperanza siempre intacta.  







viernes, 22 de febrero de 2013

Gestos

Multiplicar los gestos,
acotar las distancias,
sea acaso la revolución primera.

Quien se pone de pie y cede su asiento al niño
que grita dentro de un vientre.
Quien guarda silencio ante el tibio dolor
de un desconocido.
Quien detiene su marcha a la vera del camino.
Es sin saberlo, un genuino guerrillero.

Quien dice tomarse la molestia, 
esperando el gracias postrero, 
esconde la hipócrita mascara de la moral eterna.
Renunciar a la obsoleta buena educación
 y los diez mandamientos, 
triste resaca de los caballeros de lo siniestro.

Una sonrisa apenas esbozada puede ser la primer gota de una
tormenta perfecta de gestos.
Siendo a su vez, la piedra angular que destruya el estúpido cristal
de la indiferencia moderna.

Una realidad de pequeños gestos cotidianos,
una mano desnuda de guantes,
una heladera con su puerta siempre abierta,
una voz que se ofrece cuando ya no suena el teléfono,
un hombro que se deja empapar de llanto,
un abrazo puntual. 
Nada más que gestos.

No me des una mano.
No me debas un favor.
No hagas lo que corresponde.
Simplemente, sostenme la mirada. 

Multiplicar los gestos,
acotar las distancias,
sea acaso la revolución primera.









miércoles, 20 de febrero de 2013

Revolución

Que bronca nos tenían los despertadores.
Que malestar generábamos en los hombre engranaje.
Y nosotros con esa irónica manía de saber perder el tiempo.

Cuando el mundo gritaba que nos pusiéramos de pie
y abandonáramos ese mundo improductivo
nosotros tercamente permanecíamos horas contándonos
lunares, consintiéndonos sudores, mordiéndonos la oreja.

Hacer nada era nuestro juego favorito
y aunque conocidos y no tanto murmuran por lo bajo
nos divertía pasarnos días enteros en ese colchón de mate y cigarrillos.
Mientras la fábrica de picar sesos hablaba de eficacia
y eficiencia, de costos y beneficios, y otros torpes algoritmos
nuestra mayor preocupación pasaba por cuanta yerba
nos quedaba.
Casi sin proponerlo,
 íbamos a contra marcha del mundo con corbata,
no sé si éramos eficientes para hacer el amor,
u eficaces para rascarnos la espalda,
pero las dos cosas las hacíamos despacio y y en silencio,
 esperando que el sueño nos duerma un buen rato.

Nunca entendí porque nos acusaban de perder el tiempo,
si prescindíamos de relojes y de mapas,
y solo a veces mi gato, nos encontraba.
Podíamos pasar más de cuatro horas mirándonos sin pronunciar palabra
hasta que de pronto estallábamos en carcajadas.

Cuando me preguntan por vos,
y me acusan de haber perdido el tiempo,
me sonrió para adentro y recuerdo sin esfuerzo
como hicimos nuestra revolución a besos.

Que bronca nos tenían los despertadores.
Que malestar generábamos en los hombre engranaje.
Y nosotros con esa irónica manía de saber perder el tiempo.














domingo, 17 de febrero de 2013

Moraleja

Sentadita ahí de espalda,
ignorando dulcemente mi existencia.
Vos no sabes todo lo que pasa de este lado del mundo
el universo que ya construí juntos, 
no serán más de cinco metros,
pero yo siento que es un desierto el que nos separa.
Si fuera un poco más valiente, 
si fuera como esos hombres que dicen sabérselas todas, 
si pudiera sentarme al lado tuyo,
 hacerte sonreír,
 alabarte ese tatuaje que me mira
desde tu espalda.
Pero no, sé que no lo voy a hacer, no puedo, me frustra pero no puedo. 
Es que tal vez sea cierta esa vaga excusa en la que el tren pasa solo una vez
y yo sentado tan cerca tuyo,
petrificado,
viendo como tu locomotora existencia se me escapa. 
No sabes lo que pesan mis pies en estos momentos,
y por más que la silueta que tu cuello dibuja me prometa el edén, 
sé que no me voy a animar a cruzar este Sahara. 
Una cobarde existencia me condena a mirar y no ser mirado, 
a trazar ingenuos laberintos desde afuera. 
A veces cuando miras para atrás con disimulo,
fantaseo que lo haces porque a vos te pasa lo mismo,
que vos estas esperando ese viejo mandato cultural 
en el cual yo debo dar el primer paso.   
Pero se que es imposible, que somos Quasimodo y Esmeralda,
y que los otros casi siempre entran por los ojos.
Sentadita ahí de espaldas, 
pienso en la miseria del desencuentro,
y me despido de lo que pudimos ser
de los labios que no mordimos,
del mate que nunca cebaste,
del sexo que no nos dimos,
de mis palabras que no te agotaron
del dolor que no nos provocamos.
Y mientras me retiro con mi tristeza cobarde
reprochándome esta quietud,
 esta impotencia de acto,
giro mi cabeza torpe, 
en el preciso instante que te descubro sonrojada,
y como una moraleja del destino, 
sonriendo me miras.








sábado, 16 de febrero de 2013

Taxi


Jadeo, jadeo y me asfixio
corro, juro que son kilómetros y corro.
No me puedo escapar, no puedo, tu sangre mancha
hay un vidrio, 
hay dos lados, 
vos allá,
yo acá.
El vidrio explota, los vidrios desfiguran los rostros 
y ya no te reconozco, 
yo era dos, ahora no soy ni uno.
Vos hablas de castillos, 
de arenas movedizas, de punto final
y yo pienso en un lobo aullando, 
veo rímel cayendo en tu rostro
veo algo que antes tenía un nombre, y ahora es anónimo.
Vos y yo, vos y yo, 
vos y yo ciruela,
coito interruptus, 
 mocos, muchos mocos,
besándonos a gritos,
capaz que sí, capaz que sí, capaz que sí,
dos manos masticándose las falanges
un dios ateo vomitándonos su amor,
y otro jueves con insomnio.

Corro, otra vez corro, 
y vos mirándome de reojo,
queriendo que te alcance,
temiendo que te alcance,
sonriente e inmensa,
una tonelada de sonrisa polimorfa,  
y mi ego serpiente, 
mi ego cascabel que lanza su veneno
y vos pequeña ciruela me crees otra vez,
sedienta de mi sed,
dejando que mi dolor te habite,
que el veneno te llene de un orgasmo virgen, 
casi purpura, 
sonrojando tus mejillas,
metiéndote otra vez dentro tuyo,
acusando una vergüenza que no sientes ni te pertenece, 
pero negándome de todos modos, 
dejándome impotente con todo este amor mamarracho, 
con una existencia cítrica y cuadripléjica.
Yo era dos, ahora no soy ni uno.
Una cachetada que me despierta,
y son las 7.17, 
 y el taxi que no llega. 



jueves, 14 de febrero de 2013

Arena


Van cayendo ahí, simples e ignorados
van cayendo ahí, en un suicidio cotidiano
van cayendo pedacitos de desierto,
van cayendo esclavos del tiempo.

 Y mientras los miro fingiendo indiferencia,
viéndolos caer torpemente en su celda de cristal,
algo mío va cayendo de este lado. 

Y entonces cae 
una sonrisa que alguna vez fue mi universo,
caen las lágrimas de un amigo de la infancia,
cae el dedo de mi sobrina en el medio de mi mano,
cae un dolor que no supe gritarlo.

Como si cada grano de arena me fuera
desconstruyendo,
cae mamá preocupada por mis miedos,
cae una mirada insostenible,
cae una despedida que no lo fue tanto,
cae una boca pequeña,
cae una espalda con marcas.

Van cayendo ahí, 
pequeños hijos de cronos. 
Van cayendo inocuos y sin nombre
y con ellos van cayendo mis certezas,
van creciendo mis errores,
van faltándome respuestas,
van sobrándome silencios.

Ahí esta el viejo reloj de arena
con su panza llena de recuerdos,
abriendo su boca llena de tiempo,
masticando mi memoria
y entonces soy yo el que estoy dentro
soy yo el que está ahí cayendo,
soy yo inocuo y sin nombre,
soy yo que me voy 
desapareciendo. 












miércoles, 13 de febrero de 2013

Menester

Es menester moverse de esta quietud
no para escapar
no para evadir
moverse como fin, en fin y sin fin. 
Moverse tirados en la cama,
moverse en la profundidad de lo ignorado,
moverse en un grito mudo,
moverse sacudiendo nuestra sombra. 

Es menester una existencia nómade,
viajando entre los otros,
una existencia incomoda,
moviéndose para no conformarse,
moviéndose para llegar a ningún lado,
moviéndose como si la felicidad fuera cierta.

Si no quedará lo otro,
quedará lo cierto
quedará el orden,
quedará la disciplina
quedará el miedo. 

Es menester moverse de esta quietud,
moverse hasta que la sangre brote,
arrancándose luego la cascarita postrera.
Es menester una existencia epileptoide
sin por y sin para,
hacia geografías sin nombre.

Mirando otros rostros,
saboreando otras lenguas, 
masticando otros dolores,
mutando los orgasmos.
Si no quedará lo otro,
quedarán los espejos,
quedarán las respuestas,
quedará la verdad, 
quedará la muerte. 















lunes, 11 de febrero de 2013

Crucigrama


Aprendimos que Ita era el piojo de las gallináceas
Que Ur, era la patria de Abraham
y Oder un río de Polonia
Pero a nosotros solo nos importaba elegir la lapicera
y el lado de la cama.

Izar una bandera
Pasar el arado
Antigua nota musical
Eran coartadas ingenuas para enroscarnos con la almohada.

Que me importaba a mí un sombrero turco,
el manto de los beduinos
una ciudad caldea
solo me aferraba a tu sonrisa de veinte mil palabras. 

Y ahora que se cuál es la aféresis de nacional
el apocope de tanto
el símbolo del rutenio
y la onomatopeya de la risa
te has vuelto pretérito imperfecto 
y me asfixia el silencio.

Ahora que tengo casi todas las letras, 
cientos de inútiles respuestas, 
y me inunda una ausencia
me falta ese nombre de mujer,
para completar el crucigrama. 











domingo, 10 de febrero de 2013

Espacio

Yo no sé cuánto mundo necesito
 quiero decir cuánto espacio ocupa una existencia.
También ignoro cuanto tiempo me corresponde, 
cuanto derecho cronológico puedo llenar de errores.
Por lo general esas preguntas me son insoportables
 y mis necesidades ortodoxas sufren de insomnio,
así que, equivocarme todo el tiempo es mi decreto pasajero. 
Cierto es que no me pertenezco
 y que he tomado prestada una lengua que hablan los otros.
Pero toda omnipotencia pretende lamer una boca
 y la mía no es la excepción.
Por ensayo y error,
 por intuición y certeza, 
desde adentro y desde afuera. 
Y aunque a veces lastime el desencuentro, 
este monolingüismo no perecedero,
 ya no fastidia esta inquilina soledad, 
esta triste sombra de mí mismo.