Que bronca nos tenían los despertadores.
Que malestar generábamos en los hombre engranaje.
Y nosotros con esa irónica manía de saber perder el tiempo.
Cuando el mundo gritaba que nos pusiéramos de pie
y abandonáramos ese mundo improductivo
nosotros tercamente permanecíamos horas contándonos
lunares, consintiéndonos sudores, mordiéndonos la oreja.
Hacer nada era nuestro juego favorito
y aunque conocidos y no tanto murmuran por lo bajo
nos divertía pasarnos días enteros en ese colchón de mate y cigarrillos.
Mientras la fábrica de picar sesos hablaba de eficacia
y eficiencia, de costos y beneficios, y otros torpes algoritmos
nuestra mayor preocupación pasaba por cuanta yerba
nos quedaba.
Casi sin proponerlo,
íbamos a contra marcha del mundo con corbata,
íbamos a contra marcha del mundo con corbata,
no sé si éramos eficientes para hacer el amor,
u eficaces para rascarnos la espalda,
pero las dos cosas las hacíamos despacio y y en silencio,
esperando que el sueño nos duerma un buen rato.
pero las dos cosas las hacíamos despacio y y en silencio,
esperando que el sueño nos duerma un buen rato.
Nunca entendí porque nos acusaban de perder el tiempo,
si prescindíamos de relojes y de mapas,
y solo a veces mi gato, nos encontraba.
Podíamos pasar más de cuatro horas mirándonos sin pronunciar palabra
si prescindíamos de relojes y de mapas,
y solo a veces mi gato, nos encontraba.
Podíamos pasar más de cuatro horas mirándonos sin pronunciar palabra
hasta que de pronto estallábamos en carcajadas.
Cuando me preguntan por vos,
y me acusan de haber perdido el tiempo,
me sonrió para adentro y recuerdo sin esfuerzo
como hicimos nuestra revolución a besos.
Que bronca nos tenían los despertadores.
Que malestar generábamos en los hombre engranaje.
Y nosotros con esa irónica manía de saber perder el tiempo.
"Y fueron los tiempos del desorden, del insaciable cuerpo a cuerpo, de las anarquías del abrazo de formas machihembradas, revueltas, volteadas, en los albures del impulso y del deseo -hallazgo de sabores y calores, retozos, cuchicheos en la obscuridad, gimientes alegrías, risas al cabo del gesto, fingidas resistencias, deleitosas confusiones, palpitantes afloraduras de savias profundas; tiempos de la puerta sellada, de la llamada sin respuesta, del teléfono desconectado, del cartero inútil; tiempos del egoísmo compartido, del olvido de cuanto nos fuese extraño y ajeno -gentes, amigos, sucesos, deberes; tiempos de la jubilosa alienación, de la siempre superada cantata a dos voces, del dejar de ser para encarnarme en ti, antes de regresar, yacentes colmados, al leve y sonriente sueño de la ternura recobrada, de las carnes devueltas a sus aplacados contornos. De repente habíamos caído en un mundo fuera del mundo, dotados de un vocabulario propio, respirando un aire distinto en tierra de luces nuevas, horarios trastocados, días sin fecha, que era el de nuestros vertiginosos arribos a los confines de la mutua entrega."
ResponderEliminarAlejo Carpentier