Jadeo, jadeo y me asfixio
corro, juro que son kilómetros y corro.
No me puedo escapar, no puedo, tu sangre mancha
hay un vidrio,
hay dos lados,
vos allá,
yo acá.
El vidrio explota, los vidrios desfiguran los
rostros
y ya no te reconozco,
yo era dos, ahora no soy ni uno.
Vos hablas de castillos,
de arenas movedizas, de punto final
de arenas movedizas, de punto final
y yo pienso en un lobo aullando,
veo rímel cayendo en tu rostro
veo algo que antes tenía un nombre, y ahora
es anónimo.
Vos y yo, vos y yo,
vos y yo ciruela,
coito interruptus,
mocos, muchos mocos,
besándonos a gritos,
capaz que sí, capaz que sí, capaz que sí,
dos manos masticándose las falanges
un dios ateo vomitándonos su amor,
y otro jueves con insomnio.
Corro, otra vez corro,
y vos mirándome de reojo,
queriendo que te alcance,
temiendo que te alcance,
sonriente e inmensa,
una tonelada de sonrisa polimorfa,
y mi ego serpiente,
mi ego cascabel que lanza su veneno
y vos pequeña ciruela me crees otra vez,
sedienta de mi sed,
dejando que mi dolor te habite,
que el veneno te llene de un orgasmo virgen,
casi purpura,
sonrojando tus mejillas,
metiéndote otra vez dentro tuyo,
acusando una vergüenza que no sientes ni
te pertenece,
pero negándome de todos modos,
dejándome impotente con todo este amor
mamarracho,
con una existencia cítrica y cuadripléjica.
Yo era dos, ahora no soy ni uno.
Una cachetada que me despierta,
y son las 7.17,
y el taxi que no llega.
No hay comentarios:
Publicar un comentario