miércoles, 24 de diciembre de 2014

Felicidad es

Nunca me sentí cómodo con el felices fiestas.
Nunca comprendí que placer se esconde en 
ese deseo de paz y felicidad para todos.

Es decir sospecho que ese tipo de deseo,
esa idea de felicidad que pende del almanaque,
más que un deseo sincero,
es una coartada de trescientos sesenta y dos días.

Yo no quiero, ni deseo una felicidad así.
No me causa placer, ni me genera alegría,
una felicidad puntual y anónima.
No me sirve ni defiendo una felicidad llena de paquetes,
de arboles con luces intermitentes,
y pagos en tres cuotas.

Y no busco con esto ofender a nadie,
no busco atacar ninguna fe,
me refiero si,
 a esa felicidad vacua,
indiferente,
esa felicidad que se pretende completa,
ese felices fiestas que se escupe y
se retira a su comodidad de pan dulce. 

Porque sospecho que la felicidad 
pende de gestos pequeños y cotidianos,
que la felicidad es siempre otra cosa
que un deseo educado y apurado.
Que la felicidad no podrá ser nunca un
saludo de despedida.

Tal vez entonces, 
la felicidad sea un acto y no un deseo,
quizás la felicidad dependa de gestos permanentes,
una lucha constante ante la indiferencia y el olvido,
un esfuerzo diario por contener el rostro ajeno,
por conmoverse por el dolor extranjero,
por responder ante los otros,
porque quizás la felicidad se sepa siempre incompleta.

Acaso se trate entonces de cambiar las causas,
y no de protestar las consecuencias,
buscando una felicidad pequeña,
 concreta y singular.
abandonando la idea de lo abstracto y universal.
Una felicidad rostro con rostro,
una felicidad que sea inicio,
y no llegada,
partiendo siempre desde el otro,
postergando las propias miserias,
para que la felicidad empiece en la realidad
y termine en la palabra.
Y nunca al revés.


Emedeerre.























domingo, 14 de diciembre de 2014

Detenerse

De todas las palabras que buscan significarte de algún modo,
hay una que resuena hace días en mi cabeza,
detenerse. 

Porque desde esa noche que apareciste escondida detrás
de un helado de melón,
desde esa noche que tu sonrisa tibia despertó
un coro de grillos en mi panza, 
me estremece ese verbo.

 Me abruma que te hayas detenido en mí.
Y no lo digo como una cobarde forma de modestia,
no busco con esto aires de caballerosidad,
ni una humildad desteñida, 
lo digo con todo el temblor de mi cuerpo.

Me abruman y me tiemblan estos días,  
me sorprenden las horas que te piensan tanto,
me conmueve la puntualidad de tus palabras
cuando mis fantasmas tienden a arruinarlo todo,
me dejan perplejo nuestras banales coincidencias,
y agradezco esta agitada ternura,
 que hace tiempo no me habitaba.

Porque ahora que ha dejado de llover dentro mio,
y escucho una de las tantas canciones que nombraste,
ahora mientras me cebo otro mate, 
y busco palabras que te sirvan de piel,
sigo con la absurda sensación de que tu detención en mí
supera dulcemente todos mis miedos pretéritos,
mi soledad de almanaque rancio. 

Y claro que mi sosiego se encuentra conmovido,
claro que mis certezas solipsistas hoy se derrumban ante tus gestos,
claro que enseguida la idea del futuro tiende a arruinarlo todo, 
una vez más.

Pero no lo haré,
 esta vez no,
porque no hay razones para que te detuvieras en mí,
y lo hiciste,
porque no hay motivos para tanta sincronicidad,
y esta sucediendo,
porque quizás había olvidado que también tengo derecho
 a la demora, 
a la duda, 
a la inflexión
y al suspiro. 

Entonces celebraré tu parsimonia ambigua, 
dejaré cantar a los grillos,
seguiré buscando tu carcajada cómplice,
dilataré este temblor gatuno, 
me permitiré este entusiasmo infante, 
me demoraré todo lo que sea necesario, 
con la ilusión serena de quien supo esperar, 
hasta poner tus manos entre las mías,
mí sexo dentro del tuyo,
haciendo carne el encuentro
que ya ha sucedido. 













jueves, 11 de diciembre de 2014

Electricidad

"Cuando empiezo a moverme lo olvido todo...
como si desapareciera y todo mi cuerpo cambiara,
como si tuviera fuego adentro, y me veo volando como un pájaro. 
Siento como electricidad. Si como electricidad"
Billy Elliot.

La primera vez que pusiste tu mano 
en la palma de la mía,
tuve la certeza de que el mundo,
mi mundo,
 empezaba de nuevo.

Ahora, catorce años más tarde,
viéndote brillar arriba del escenario
vuelve la misma sensación,
la misma intensidad,
la misma certera electricidad.

Porque desde que naciste,
y me fuiste enseñando a ser tío 
mientras crecías, 
intentando devolverte este amor
 hasta entonces ignorado,
mi sangre empezó a correr de otra manera.

Y eso es lo que siento cuando te veo,
electricidad, 
movimiento,
perplejidad,
una constante,
poderosa,
y genuina 
alegría.

Porque mi universo se multiplicó
con tu presencia chinchoporoto,
mi corazón se hizo más grande,
mi amor menos egoísta,
y tu sonrisa con hoyuelos
una cotidiana necesidad.

Y anoche pasó de nuevo,
dueña del mundo en un escenario,
llena de tu fuego vital, 
de tu energía que contagia y transforma,
llenándonos de tu electricidad,
como un rayo de luz,
como una fuerza que todo lo moviliza
con dulces gestos,
sintiendo una infinita gratitud a la vida misma,
a nuestra complicidad de tío y sobrina,
desde la primera vez que pusiste
tu mano entre la mía,
y mi corazón bombeó con fuerza, 
para llenar por siempre mis días
de este profundo amor que nos une.












martes, 9 de diciembre de 2014

Manco

Fue mirando una estúpida vidriera que me di cuenta.
El reflejo del vidrio devolvía mi imagen incompleta.
En una mano una bolsa, y en la otra nada.
En ese momento entendí que hacia rato me sobraba una mano.

Comencé a mirarla confundido,
a mover sus tristes falanges intentado comprender.
Y vi una mano inerte,
una mano absurda de sentido desde hace tiempo,
una mano muerta.

Porque de nada sirve una mano que no tiene de quien asirse.
Una mano que ya no te sostiene,
ni se sostiene,
que no camina las calles agarrado de la tuya
ignorando que acaso eso era la felicidad.
Una mano que ya no se sujeta a tu universo,
y cuelga obsoleta de un brazo que tampoco te abraza.

Fue en ese momento que me supe manco,
que mis dedos entumecieron y dejaron de moverse,
sabiendo quizás que ya no rascarían tu espalda,
que ya no caminarían tu rostro,
que ya ni siquiera te alcanzarían un mate.

Desde esos días escondo mi mano en el bolsillo, 
con una inocua vergüenza,
con la pena enorme de no saber para qué, 
sin comprender cómo ni en qué momento
mi mano soltó tu mano,
amputándome los días,
y condenándome a vivir 
una vida mutilada. 











lunes, 10 de noviembre de 2014

Julepe

Sabés que cuando era chico y le temía a los monstruos,
a los truenos,
y la pieza se llenaba de miedos,
me tapaba la cabeza con las sábanas
 para ahuyentar los fantasmas.
Como si estar ahí debajo fuera
un fuerte impenetrable.

Bueno, sé que te pareceré un idiota,
pero muchas veces hago lo mismo cuando no estás.
Apenas te vas de casa,
y me quedo solo ahí acostado,
meto mi cabeza bajo las sábanas,
temeroso todo el tiempo
 de que no vayas a volver.

Porque desde que estás conmigo,
desde que te detuviste en mis días,
me siento en ese fuerte impenetrable,
y desaparecieron los monstruos,
y enmudecieron los truenos,
y se espantaron mis fantasmas.

Y a veces me da mucho miedo que no vuelvas, 
que un día de estos ya no necesites de mí,
ni de nuestra cama.
Que un día de estos dejes de quererme,
y me quede otra vez sin defensa contra el mundo.

Y que vuelvan mis fantasmas,
y se multipliquen mis demonios,
y me acorralen los monstruos
y los truenos retumben por toda la casa.

Entonces a veces permanezco horas así,
como aquel niño asustado,
con el mismo miedo de entonces,
temiendo que no regreses,
con un julepe que me llena el pecho,
hasta escuchar el ruido de las llaves
 anunciando tu llegada,
y salgo de la cama de un salto,
viéndote entrar con tu sonrisa amparo,
para sentirme de nuevo cuidado,
 como bajo las sábanas de mi infancia.












miércoles, 5 de noviembre de 2014

Guillotina

Otra vez andar a los tumbos,
esta desorientación de tiempo y de espacio, 
con este insomnio en las ojeras,
con esta maldita ansiedad en la garganta.

Otra vez este andar de gallina degollada,
tropezando con las mismas dudas,
esta agonía del teléfono mudo,
y el sosiego tardío,
cuando finalmente suena.

Porque nada nos vuelve más acéfalos
que el amor,
ninguna torpeza es más constante 
que la de un pecho inundado,
esa que llega con un beso guillotina,
 anestesiando la razón con una mirada,
y exiliándonos del yo con un abrazo. 

Entonces las estupideces se multiplican,
la ceguera se cronifíca,
los amigos dan consejos sordos,
y la cucaracha del amor se cuela
por todas las puertas.

Otra vez estas patas que nos tiemblan,
este bendito juego de la ternura primera,
este niño que se repite para salvarse,
sabiendo que acaso esa sea la única verdad sincera,
esa sonrisa que nos vuela la cabeza.

Otra vez esta alegría inmensa que salva y condena,
este hormigueo en todo el cuerpo,
otra vez este júbilo con nombre,
esta intensidad que desvela,
esta desesperación profunda ante tu ausencia,
otra vez la guillotina de tu amor,
como única certeza.







lunes, 27 de octubre de 2014

Aquel Manzano

Al Ber

Yo no conocía la profundidad.
Y quizás de no haber sido por vos,
todavía no la conocería.

Porque fue cuando te conocí,
allá en la niñez primera,
que descubrí un territorio 
desconocido hasta entonces,
territorio que intuitivamente
recorrimos juntos.

Sí, vos quizás nunca lo supiste,
y hoy casi veintipico años después
acaso sea necesario confesarlo,
eramos niños y yo aprendí
a conmoverme del mundo junto a vos.

Es decir, fuiste vos el que me enseñó
que el absurdo era un opción,
fuiste vos el que me enseñó
a reírme de la mediocre realidad,
y fuiste vos el que me enseñó
que el arte y el humor
eran las formas más lúdicas
de inteligencia.

Claro que yo no lo sabia entonces,
claro que todo esto sucedía entre chocolatadas,
bicicletas y carpeadas.
Por eso a mis doce años,
cuando te fuiste a vivir a Buenos Aires,
 aprendí a sufrir por amor por primera vez, 
y supe también, que de ninguna manera 
podía dejar que la distancia me alejara
del lazo más genuino que la vida me ofrecía.

Porque eso eras, 
porque eso sos,
mi experiencia más profunda con el otro,
una excepción a la norma,
la oveja amarilla del rebaño,
una alteridad asombrosa y brillante,
cuyos límites infinitos han dilatado los míos,
convirtiéndose así,
 en la más abismal de mis amistades.

Y hoy me pregunto cuánto menos
sentiría el mundo si no te hubiese conocido,
cuánto menos me hubiese atrevido a bucear en mí
si no fueran por las preguntas que juntos nos hicimos,
cuánto menos hubiese reído y llorado en esta vida nuestra.

Y ahora, 
que escribo estas palabras que no corregirás porque no irán a ningún libro,
recuerdo al niño que te miraba con profunda admiración,
siendo acaso tu primer fan,
y por esos guiños del universo, 
veinte años más tarde,
te sigue mirando igual,
con la misma admiración,
con el mismo amor,
compartiendo un escenario, 
recitando mis textos que también son tuyos,
porque mi historia es un nudo junto a la tuya,
jugando con tus canciones como en la escuela,
cantando "Aquel Manzano",
sin saber, porque era imposible saberlo,
que estábamos sellando un lazo imperecedero,
que compartiríamos tantas alegrías recíprocas,
que nos dolerían tanto los dolores del otro,
que seríamos las dos caras de un Yo,
dándole forma a la amistad más inmensa,
al amor más profundo,
a la vida misma encontrándonos.






















jueves, 16 de octubre de 2014

Cicatriz

Tal vez sea tiempo de dejar de lamerse heridas.
Dejar de mirar la cicatriz esperando que algún punto se abra,
pasándose el dedo una y otra vez para que la sangre brote,
y entonces tener la coartada necesaria para no seguir.

Tal vez sea tiempo ya de no rascarse una y otra vez
en los mismos dolores,
extrañar los mismos rostros,
repetir las estúpidas excusas, 
exprimir recuerdos infértiles.

Porque la memoria persiste,
porque el olvido no existe,
y porque hasta la herida más profunda
termina algún día de supurar,
tal vez sea necesario dejar en paz lo que fue.

Porque si el ejercicio neurótico insiste en repetirse,
acaso sea necesario una voluntad más constante,
un empujoncito diario,
un esfuerzo subversivo.

Para dejar el pasado en silencio,
para que el recuerdo sonría y no duela,
retirando el pie que insiste en pisar atrás,
agradeciendo el amor desparramado entre las sábanas.

Y entonces quedará limpiar el botiquín,
suspender los algodones y el Pervinox,
aceptar la cicatriz como piel nueva,
para poner sábanas limpias
y dejarse volver a acariciar.



















domingo, 5 de octubre de 2014

Candombito

Al Gordon

Apareciste así, con tu candombito de fondo.
como una guitarra que acompaña,
porque sabe que no le gustan las luces,
que no le interesan los protagonismos,
ni los grandes escenarios.

Y no suelo creer en la idea del destino,
eso de que las cosas ya están escritas de algún modo.
Siempre preferí darle crédito al azar,
o merito a las casualidades,
pero sospecho que tal vez esta vez sí,
que fue el destino,
 el que me hizo tropezar con vos por esos días.

Y claro que no lo sabíamos,
que como cualquier encuentro
todo podía quedar en una complicidad inicial,
un chiste fácil,
unos vasos de cerveza,
alguna historia similar.

Pero resultó que la historia similar,
era más que similar,
y entonces empezaste a aparecer por casa,
cuando el sol empezaba a caer,
y te prendías un pucho,
y llenábamos los vasos,
para contarnos mil veces la misma historia,
los eternos dolores pretéritos,
las enésimas dudas de mañana,
el puñado de certezas de hoy.

Entonces tu presencia se me volvió necesaria,
y empezamos con los viajes, 
la idea de multiplicarnos en miles de kilómetros,
de ampliar nuestras fronteras internas
con la excusa de viajarnos,
y llegó Buenos Aires, tantas veces,
y llego Las Grutas tantas otras,
y llego el lago,
y llego Uruguay.

Y ahora es tan lindo verte llegar
con tu caminar tranquilo,
con tu sonrisa honesta,
me son tan necesarios tus gestos sencillos,
ofreciéndote siempre a dar una mano,
 con ese don para saber acompañar,
 mientras cebás un mate en el camino,
 o le echás soda al vino
y prendemos el chulengo 
aguantando mis soliloquios sin juzgarme,
o contándome de ese monstruo que aún te duele adentro,
y no terminás de vomitar. 

Ahora es tanta la gratitud que siento,
la alegría que me da saberte parte de mis días
en esta ruta constante que es la vida,
que mientras veo nuevamente el sol caer,
y voy prendiendo el fuego
siento que ahí venís vos,
 silbando tu candombito,
para repetir cotidianamente
 el círculo sagrado
de la amistad profunda.











martes, 19 de agosto de 2014

37 kilos

El remito dice eso, 37 kilos,
 así frió como todo número,
inerte, amarrete, estúpido.
Son 220 libros, pesan 37 kilos y llegan mañana.

Y pensaba en el absurdo de escribir un libro
que nunca tendrá las palabras justas,
que nunca tendrá las palabras necesarias,
porque en el fondo no hay traducción posible.

Y quiero decir gracias, estérilmente,
como si decir 37 kilos fuera una balanza para mi ego, 
como si gracias significara algo,
y no más que ésta ingenua sensación de inexplicarme.

Si supieran cuanta literalidad le falta a mi libro,
si supieran cuantos gestos no podré nunca devolver,
si supieran cuan pequeño me siento al lado de cada uno de ustedes,
de esos a los que les digo gracias
 porque cualquier palabra será igual de inocua,
si supieran como quisiera abrazarlos ahora,
mientras lleno mi vino con soda,
mientras me demoro en esta noche que quisiera perpetuar,
esta noche sin luna que sera una marca profunda en el almanaque
de mis días,
si supieran lo cursi que me siento ahora,
lo asquerosamente cursi,
porque busco en mi memoria palabras
para ser digno,
para que sientan este lobo aullando en casa,
este oruga que espía por el ojo de la crisálida y sonríe,
y me tendrán que disculpar,
una vez más,
me tendrán que disculpar,
porque en mi pecho habitan los rostros 
que me sostienen y me empujan,
esos rostros  que me dibujan esta sonrisa imberbe, 
los que me dijeron que si,
que claro que si, 
que podría devenir en libro,
que acaso valían la pena estos 37 kilos,
sin saber,
sin tener la más puta idea,
que todo era una excusa,
una enorme y genuina excusa,
para que les pueda decir gracias,
estas profundas y pijoteras gracias,
mas allá de toda  palabra,
mas acá de cualquier libro.














jueves, 7 de agosto de 2014

Pulsión

Al Imo

Así es el tipo, pura pulsión.
Como si algo dentro suyo no pudiera dejar empujar.
Como si demasiada energía buscara
las mil formas de expresarse.

Y el tipo va, empuja,
 no se detiene,
 aunque se lastime no se detiene.
Y el tipo va siendo un niño hombre,
con su adultez precipitada,
casi sin entender en que momento
le sacaron la pelota de los pies
y le pusieron unos ladrillos en las manos.

Pero el tipo no dramatiza,
no reniega de su historia,
ni de sus contradicciones,
el tipo sigue empujando,
sigue riéndose de sí mismo con la misma facilidad
que abraza a sus amigos,
aunque esa pulsión insoportable,
le llene de preguntas el alma,
y le vuelva el cuerpo un nudo de miedos.

Sí, el tipo va,
con su generosidad impulsiva,
con su mochila nómade,
avanzando y retrocediendo,
sintiéndose extranjero en todos lados
menos en la tierra de su infancia,
llenando el vaso de whisky y hielo,
durmiéndose a pastillas,
para silenciar tanto grito interno.

Pero el tipo va,
siempre va,
multiplicando su alegría,
dejando su huella en los otros,
pechando vidas ajenas,
postergando muchas veces la suya,
ocultando dudas,
el tipo va.

El tipo va,
y su fuerza ha sido muchas veces la mía,
resolviendo con simpleza
mis estúpidas elucubraciones,
llenando mi vaso con su whisky,
abrazándome siempre a tiempo,
riéndonos borrachos de una vida que nunca comprenderemos.

El tipo va,
el tipo empuja,
 y yo agradezco profundamente
saberme empujado por el tipo,
saberlo hermano mío,
saberlo a la distancia
yendo siempre conmigo.













martes, 5 de agosto de 2014

114

Hoy podemos hacer las paces por un instante,
hoy las flores se ponen de pie, 
hoy podemos dar las gracias,
porque hoy las esperanzas inundan todas las plazas. 

Hoy la muerte se arrodilla y huye,
hoy sus soldados miserables se miran confundidos.
Hoy ni una palabra jamás bastará para sanarlos.
Porque hoy el sí, parte en pedazos todos los no.

Y los habrá siempre quienes buscarán justificaciones a la muerte,
los que se llenarán de excusas,
y multiplicarán vendas que enceguecen, 
sin sentir jamás una digna vergüenza.

Pero también habrá de los otros,
por suerte siempre habrá de los otros,
las que esgrimen sus blancos pañuelos,
las que soportaron los mil prejuicios,
las que no claudicaron,
las que no se defendieron ni atacaron, 
y desde el amor siguieron caminando.

Y entonces recuerdo a mi abuela leyéndome un cuento,
abrigándome en su cama,
preparándome tostadas
y recuerdo lo lindo que es saberse nieto.

Entonces hoy celebro la vida aplastando la muerte,
hoy sonrío y pienso en Guido,
a quien treinta y seis años después,
esa dignidad llamada Estela,
 le podrá leer un cuento.
  
Sí, hoy hagamos las paces por un instante,
hoy veamos a las flores ponerse de pie,
hoy demos las profundas y hermosas gracias,
porque hoy la esperanza inunda nuestras plazas!









domingo, 22 de junio de 2014

Casi

"Todo es multiplicidad y desencuentro"
 Carlos Skliar

Acaso el abrazo sea la unidad mínima del encuentro.
La posibilidad más concreta de salirse por un instante de uno mismo.
Porque en el abrazo la palabra renuncia a su destino
y el cuerpo simplifica el mensaje.

Si, tal vez no haya nada más ajeno que el abrazo,
la posibilidad de estrechar momentáneamente el 
desencuentro cotidiano.
La reducción más íntima del imposible
del otro.

Porque hasta en un abrazo hay contradicción,
y nunca podremos habitar ese misterio por más fuerte que lo abracemos,
por mucho que dilatemos ese momento,
y sin embargo una pequeña certeza habita en ese acto,
como si la soledad muriera de pena mientras 
los brazos permanecen cruzados en esa espalda extranjera.

Por eso la memoria no descansa en el beso,
ni en el sexo, ni en la lengua,
por eso el recuerdo no se demora en la palabra,
no se detiene en la cama, ni permanece en el llanto, 
es el abrazo siempre el que vuelve,
es el abrazo ausente el que retorna obstinado.

Y aunque la distancia persista,
y confluir sea improbable,
tal vez sea necesario seguirnos abrazando,
no para encontrar,
no para entender,
no para llegar,
si no acaso para resistir,
un abrazo escudo,
un abrazo ventana,
un abrazo puente,
un abrazo que nos regale un breve resto del otro,
y nos devuelva a un encuentro casi posible.












miércoles, 11 de junio de 2014

Faro

a Vicente Zito Lema

Con su paso cansino,
con su segura lentitud,
con su espalda llena de historias,
Vicente va resistiendo lo irreversible del tiempo,
como trayendo en cada paso una ausencia.

Sin dimensionar lo que su presencia implica,
Vicente camina y se detiene ante quien se le acerca a pedirle
un gesto, una foto, una sonrisa, un apretón de manos.

Y entonces Vicente que comienza a hablar,
que saca su ametralladora de palabras,
escupiendo mariposas por la boca,
sacudiéndonos de tanta anestesia cotidiana,
convirtiendo el dolor en esperanza.

Y del otro lado las pupilas se dilatan,
los oídos se amplifican, 
y eso que Vicente narra es una voz polifónica,
como si en esa voz estuvieran las voces que ya no están
pero persisten,
la voz de Rodolfo, la de Roby, la de Mugica, la de Julio,
y tantas voces silenciadas por los alguaciles del mal.

Y las palabras nos retuercen las vísceras,
nos golpean el rostro,
nos abrazan el pecho,
volviéndonos acaso dignos por un instante.

Y tal vez el viejo no sepa
que él es un Faro,
que él se ha vuelto luz para todos aquellos que 
a veces nos perdemos en la miseria del mundo,
que sentimos que la batalla ya está perdida,
que el horizonte está demasiado lejos,
y que la utopía ha cesado.

Si, Vicente es un faro,
un faro gigante y generoso,
un sabio con las patas en el barro, 
que renuncia a los elogios,
que reniega del poder,
 aferrándose a una ética de la resistencia
ya casi extinta,
irrumpiendo con ternura
antes quienes inflan el pecho festejando la muerte,
enseñándonos que el amor es ante todo un acto,
y marcándonos con fuego el alma,
con la sensación de que se puede,
que habrá que resistir ante este mar de indiferencia, 
pero que para eso están los tipos como Vicente,
para eso están los hombre faro,
para llenar de luz el horizonte,
para esquivar el miedo que acecha,
para multiplicar las vidas negadas,
y vencer a la muerte,
porque se puede,
como dice el hombre faro,
claro que se puede.






















domingo, 1 de junio de 2014

Busqueda

Buscó en la mesita de luz
en la biblioteca,
debajo de la cama,
buscó en la cajonera,
revolvió entre las medias
y no estaba.

Buscó en la heladera,
fue hasta el auto,
se fijo en la guantera,
abajo de los asientos,
en el baúl,
llamó a su madre,
le preguntó a sus amigos,
nadie sabia nada.

Dio vuelta un vaso como hacía su abuela
para que las cosas aparecieran,
rompió la alcancía,
busco en el patio,
entre los arboles, 
cavó pozos en el césped,
hurgó en la despensa,
y no estaba.

Se sentó en el sillón agotado,
buscó escéptico bajo los almohadones,
miró a su gato resignado,
revisó por milésima vez los bolsillos,
no aparecía,
comenzaba a desesperar.

Tocaron el timbre,
abrió la puerta, 
Ella le sonrió.
Ahí estaba.










miércoles, 21 de mayo de 2014

Crisálida

Claro que la imagen es la de la mariposa.
La liviandad de su vuelo,
su vida breve e intensa,
su descanso en la punta de los dedos.

Pero a toda mariposa la antecede
su oruga.
Porque acaso la condición de la belleza
no resida en su fin, sino en su génesis.
En asumir lo que se fue,
 y transformarlo.

Por eso no habrá que renegar de las babas,
de los caminos reptados,
de las rodillas rotas, 
de los vuelos truncos. 

Porque tal vez la vida sea
una constante mutación,
una perpetua metamorfosis,
a veces oruga,
a veces mariposa,
y casi siempre crisálida.

Y en ese devenir,
en ese ejercicio donde el dolor
convive con la alegría,
la belleza nace de la larva
hasta eclosionar. 

Y entonces un vuelo leve emerge de la pupa,
mutando de adentro hacia afuera,
para caer y levantarnos,
una y otra vez.

Porque para saber volar,
 acaso sea necesario
antes mucho antes,
haber aprendido a arrastrarse.

Y que tal vez en esa crisálida que somos,
resida en secreto toda potencia.
La belleza oruga, 
la monstruosidad mariposa,
la ambigüedad necesaria,
las vidas posibles.











martes, 22 de abril de 2014

Luz

Soñó que abrazaba al mar 
y con él abrazaba sus olas,
se nutría de sus aguas,
y era dueño del mundo.

Soñó que el Sahara no estaba desierto,
que el oasis era cotidiano,
que la arena era dulce
y que nunca más tendría sed.

Soñó que abrazaba al viento,
que lo arrastraba su fuerza,
que éste le hacia cosquillas,
y que la distancia desaparecía

Soñó que abrazaba a un lobo,
que su aullido lo conmovía,
que juntos miraban al cielo
y que la luna descansaba en sus brazos.

Soñó que abrazaba al tiempo,
que éste se detenía,
que la alegría era constante,
y que el adiós no existía.

Soñó que abrazaba la luz,
 que ella le sonreía,
que sus ojos carecían de dudas
y el calor derretía sus miedos.

Cuando se despertó,
 todavía la abrazaba.









jueves, 3 de abril de 2014

Manifiesto

Ante los imperios cotidianos,
ante los manuales de instrucciones,
ante las farmacéuticas de la felicidad
vengo a compartir aquí mi derecho a réplica.

Cansado de fingir en la oficina,
y de maquillar de solemnidad  mi rostro,
vengo a proponer ahora mi deseo de la risa sin motivo,
del llanto porque sí,
de la morosidad de razones,
de la equivocación perpetua.

Contra los dictadores de la moral y las buenas costumbres
manifiesto mis ganas de las manos en los bolsillos,
de extrañar más allá de los domingos,
de tropezar mil veces con la misma piedra,
de sonreír en los velorios.

En la era del goce constante,
y la fiesta permanente,
reivindico mi afición a la duda,
a decir que no,
a que duela lo que duela, 
a la mudanza de ideas,
a sentirme incapaz.  

Frente a los sepultureros de emociones,
y los traficantes de pastillas,
sostengo la bandera de la tristeza honesta,
de la carcajada impuntual,
del beso en los hospitales,
de los celos en los bares,
del abrazo a los desconocidos,
a perder el equilibrio. 

A los mercenarios de la salud,
y los medidores de existencias, 
propongo el derecho a los dientes torcidos,
a la panza polimorfa,
al miedo a las agujas,
a la aversión a las dietas, 
al vino con soda
y al té con miel.

Ante los alguaciles de la producción 
y titiriteros del orden,
defiendo el ejercicio del ocio,
la compulsión a los libros, 
la siesta sin relojes,
los días llenos de bostezos,
a llegar siempre tarde. 

Y a quienes comercian angustias,
e imponen felicidad,
les impongo el derecho a la frustración,
a la hipocondría de certezas,
a la ignorancia emocional,
  a enamorarse con muletas,
a vivir una profunda,
nómade
e incompleta existencia. 

Emedeerre.


















lunes, 31 de marzo de 2014

Soltar

Habrá que soltar amarras,
levar anclas de toda posesión y
pago a doce cuotas. 

Habrá que soltarse,
dejarse ir
e irse, 
agradecer eso que siempre queda,
asumir el pasado como
la única propiedad privada
posible,
una garantía de existencia,
para que empuje y no arrastre.

Soltar ese resto de rostro
que siempre será inmortal,
cortando las cadenas pretéritas,
y suspirar mirando hacia adelante.

Habrá que desenterrar estacas olvidadas,
llenarse las manos de tierra usada,
entender el mensaje del tiempo,
y llenarse otras vez los pulmones de aire.

Sí, habrá que soltar amarras,
dejar partir lo que no quiere quedarse,
sin explicar demasiado,
sin siquiera entenderlo del todo,
dejarse ir hacia un horizonte difuso,
sin cómo, 
sin porqué,
en una mudanza visceral.

Habrá que soltar aquello que pesa
desde hace demasiado tiempo,
las emociones rancias,
los recuerdos caducos,
los fantasmas diurnos,
los candados del yo.

Habrá que hacer como el rió,
o ser como el viento,
una brisa entre los otros,
una gota en otros cuerpos,
un camaleón sin escondite. 

Habrá que soltarlo todo,
aunque nos falte el aire, 
aunque tiemble el cuerpo,
aunque asuste el devenir,
y el pasado no absuelva,
habrá que soltar amarras,
levar anclas y zarpar,
habrá que ir
e irse desde adentro,
hasta demorarnos,
 una vez más,
en aquella piel ignorada 
que todavía nos espera.  

Emedeerre.







viernes, 21 de marzo de 2014

Tiempo

No nos alcanzó el tiempo.
Por esos misterios anacrónicos,
por esos azares longitudinales,
por esos no sé,
no nos alcanzó el tiempo.

Y no hay tragedia en ello,
o no debería haberla.
Pero sí un gran signo de interrogación,
una pregunta teñida de pena,
unas ganas de saber qué hubiese pasado si...
Pero no,
 no nos alcanzó el tiempo.

Y me quedaron tantos besos huérfanos,
tantos gestos trémulos por regalarte,
tantas dudas por compartirte,
tantos te quiero sin pronunciarte,
tantos, tantos si,
pero no.

Y se que es inútil, 
que la pregunta sobre el bien y el mal 
nada podrá decirme sobre esto,
que la moral jamás entenderá al deseo
y que nunca pero nunca, 
tendrá que ver con esto que fuimos,
con esto que ya no es y pudo haber sido,
con estas ganas amputadas.

Y claro que serás perpetua,
que el olvido no existe,
que serás todas las burbujas,
que te buscaré en todas las terrazas,
que me detendré mudo ante las iglesias,
sin animarme a preguntar por qué no.

Pero no, no nos alcanzó el tiempo, ciruela
y la silueta del enojo asoma,
y la niego,
porque no quiero enojarme,
no quiero nada que opaque este pedacito de luz que fuimos,
no quiero maldecir relojes ni
aborrecer almanaques,
porque no nos merecemos eso, 
porque es vano echar culpas,
porque el tiempo no se detendrá,
porque sentado en este banco mientras te pienso,
vuelvo a esa pieza oscura,
donde me abrazaste para siempre,
donde me dijiste con el cuerpo
eso que nunca tendrá palabras,
y entonces acepto el absurdo de lo irreversible,
con la certeza de saber que vos y yo,
que vos y yo,
 seremos eternos.

Emedeerre,






lunes, 17 de marzo de 2014

Bucear

Sé que acaso es mi culpa ciruela.

Esa estúpida idea mía de bucear,
de sumergirnos cada vez más en la profundidad del otro,
cuando se estaba tan bien en la superficie.

Porque hace un tiempo ya que me había acostumbrado 
a mantenerme ahí, en la superficie,
dejándome llevar por las olas,
sin arriesgar demasiado,
sin alejarme de la costa visible de mi soledad,
entrando y saliendo de los otros cuando tenía ganas,
en una cómoda plancha emocional.

Y cuando apareciste, y nos mantuvimos ahí,
mientras reíamos a flote,
sin permitir que el agua nos ahogue,
los dos nos sabíamos indemnes.
Y entonces voy yo y te propongo bucear,
agarrarnos de la mano y nadar hasta los límites del otro,
y vos que te dejás llevar,
que aceptás el juego a sabiendas qué tal vez 
ninguno de los dos sepa bien de que se trata.

Y ahora que estamos ahí,
 ahora que muchas
veces me falta el aire, 
que temo que el oxígeno me falte
cuando no te veo,
ahora que pataleo sólo para encontrarte,
me pregunto si estábamos preparados para esto,
si no era mejor la superficie, 
donde no podíamos lastimarnos,
donde no me asustaba asfixiarme sin vos,
donde nada arriesgábamos,
donde no podías verme lleno de algas y dudas,
donde no me asustaba tu ausencia como ahora, 
donde no te necesitaba cotidianamente para mantenerme a flote,
porque en la superficie estaba bien solo,
pero nadie se salva solo en la profundidad, ciruela, 
y sé que no podré salvarme acá abajo ahora si no es con vos,
si no es que me aferro a tu mano salvavidas,
a tus brazos de pulpo,
ayudándome a respirar tranquilo,
llenándome los pulmones con tus besos,
aprendiendo juntos a convivir entre los corales, 
sabiendo que el riesgo es grande,
pero que la verdadera salvación está acá abajo,
entre los peces de colores,
en este buceo dulce,
en el fondo de nuestro mar,
en las profundas y tibias aguas
 de tu abrazo. 

Emedeerre.











martes, 4 de marzo de 2014

Bicho Bolita

 Cuando te pienso, 
que suele suceder seguido,
no dejo de pensarte así,
viéndote venir con tus manos en los bolsillos,
encontrándonos a mitad de camino,
metida para adentro como defendiéndote del mundo.

Y sé que eso no es azaroso, 
aprendí, o mejor dicho, me enseñaste, 
que a veces era difícil para vos dejarte abrazar, 
entregarte sin más a una realidad que suele
quedar en falta.

Entonces me acostumbré a esperar tus gestos cautelosos,
a disfrutar de una caricia azarosa,
o de tu sonrisa políglota. 
Una sonrisa defensa,
una sonrisa bandera. 

Y en esa diferencia inherente a todo lazo,
nos fuimos recorriendo juntos,
yo frenando el paso, 
cuidándote de mis ansiedades crónicas,
vos rompiendo de a poco con tus miedos,
dilatando tus límites por mi,
estirando más los brazos, 
para ayudarme a encajar tu modo con el mío. 

Y si esto hubiera sido todo,
no dudaría ni un instante de recordarlo alegremente,
con una alegría modesta,
amable, 
una educada gratitud.

Pero entonces, yo quise ir más allá,
siempre más allá,
sabiendo que eso podía doler un poco,
asumiendo el riesgo de quien
no sabe vivir de razones y sonrisas cómplices.

Y en ese arriesgarse, 
en ese detenerme en vos,
en nombrar eso que venía
sucediendo por debajo,
el desencuentro hizo lo suyo,
y vos te abrías y te cerrabas, 
como un bicho bolita,
evitando que el temor
te alcance.

Y cuando la despedida nos empujaba,
y el silencio hablaba por nosotros,
yo rompí mi crisálida con palabras, 
y emergiste con toda tu fuerza, burbuja,
agarrándote fuerte de mí,
apoyando tu existencia de dudas en mi pecho,
desovillándote  para
acariciarme con tus mil patas, bicho bolita,
llenándome de tus huellas,
para dejarme así, 
lleno de marcas en la piel,
y con esta espesa y dulce
sensación de extrañarte en todo el cuerpo.

Emedeerre.











lunes, 24 de febrero de 2014

Burbujas

"El amor es cultural" M. Maisa

A veces, hay que subirse sin más.
A veces, hay que dejarse llevar por eso que apenas asoma.
A veces, hay que dejar que el tiempo sea una burbuja.

Y ahí subimos nosotros,
con nuestros kilos de dudas encima, 
con todas las preguntas inútiles,
con las ganas solapadas.
Y entonces la vida una vez más haciendo de las suyas,
una vez más derribando supuestos.

Porque todos los a priori fueron bombardeados
dulcemente por una carambola de gestos,
por un azar transparente,
por una burbuja inmensa, 
 lúdica,
acaso, demasiado real.

Y ahora que todavía estoy empapado,
que siento el gusto al jabón en los labios,
y me resisto a aceptar su finitud,
no puedo evitar esta alegría tan cierta
en la boca de la panza,
una alegría oruga,
tan absoluta como mis manos en su espalda,
tan genuina como un viaje a España

Y como la gratitud es ante todo un derecho,
solo queda darle las gracias,
gracias por jugar conmigo,
por sus dedos entre los míos,
por sus besos que hospedan,
por su sonrisa guason,
por sus silencios azarosos,
gracias por multiplicarse con los míos,
y sobretodo gracias,
por esta burbuja que flota por siempre,
 en todas las terrazas.

Emedeerre.




jueves, 6 de febrero de 2014

Osa

"Necesito más de un litro de te de ti" Rocio Carbajo

Yo no se como pasó,
  pero pasó, osa. 
Supongo que por esos azares que la razón esquiva. 
Pero algo dentro mío lo supo cuando te vió,
con ese instinto osezno que compartimos.
Porque hay rostros que se reconocen sin nombre, sabés,
y yo supe que ahí, 
debajo de esa sonrisa omnipresente,
de esa carcajada constante, 
había un dolor de osa herida,
una fragilidad pretérita que ha aprendido a disfrazarse.
Y no sé qué te paso a vos,
pero me gusta pensar que algo parecido,
un a priori  que tu olfato reconoció en este oso viejo,
esa posibilidad recíproca de ser cuidados, 
esa constante necesidad de multiplicarse.

Y claro que después vino lo otro, 
el contenido que va llenando el tiempo,
esa forma de abrazarnos con las garras
a una vida que a veces duele,
el catarsis cotidiano,
tu guitarra y voz como bandera y miel,
el humor que siempre nos sana y nos salva,
la angustia que se comparte con dos hielos,
la risa mezclada en cualquier llanto. 

Pero todo eso fue después osa,
porque todo eso seguirá siendo tierra
fértil para estos plantígrados cómplices,
anécdotas que irán llenando una forma
lúdica que reconocimos al instante,
como los osos sabés, 
porque entre tanta jungla, disfraz y mascara, 
nos permitimos el abrazo,
y ahora la tierra duele menos,
 ahora tenemos la cotidiana necesidad de escucharnos,
y celebro hasta las vísceras,
el fortuito azar de encontrarte.

Emedeerre.