lunes, 30 de diciembre de 2013

Balances

No estoy de acuerdo con los balances lastimosos,
descreo firmemente de las teorías pesimistas,
esas que sostienen que todo tiempo pasado fue mejor,
a la vez que celebran que el año que se va, 
fue una mierda de año.

Cierto animo neurótico,
 cierta necesidad de creer que merecimos más,
que tuvimos un año lleno de miserias en infortunios,
no obedece mas que a la cotidiana tarea de victimizarnos.

Ni el año que se va fue tan malo,
 ni hay que esperar que el año que viene sea un festival.
Creo que esos balances son sesgados y arbitrarios,
porque es cierto que el calendario nos empuja a evaluar, 
a recortar momentos,
a seleccionar imágenes, 
y casi siempre a desear que el año que viene sea mejor que el que paso.
Y no esta mal ese ejercicio, 
ese optimismo a trescientos sesenta y cinco días. 
Pero un año es solo una construcción,
una forma de recortar la vida en frascos anuales.
Porque el balance puede hacerse por una semana, por un año o
por setecientos cuarenta y cinco días, 
pues la vida en todo caso es un continuo longitudinal,
y no un azaroso corte trasversal. 

Por eso no coincido con la absurda idea de que la felicidad es un habito,
de que la tristeza no merece lugar en el almanaque,
que el dolor debe ser ignorado,
el desencuentro postergado,
o la vida una moraleja. 

No hay año, 
que algo no duela,
que un rostro nuevo nos multiplique,
que un abrazo llegue puntualmente,
que una perdida sea irreversible,
que una sonrisa nos detenga,
que no equivoquemos el camino,
que debamos pedir perdón,
que nos perdamos por un segundo del encuentro simétrico,
que no demos las gracias.

Entonces ante la violencia de los calendarios,
y el desagradecimiento a la hora del pan dulce
celebro otro año mas en la ruta,
esperando continuar en la búsqueda perpetua,
agradezco los días por la vida prestados,
los dolores ocasionados,
los pequeños gestos cotidianos, 
los viejos rostros abrazados,
los que hace poco aprendí a abrazar, 
y espero sin euforia desmedida,
pero con honesta alegría,
aquellos abrazos que  
 todavía ignoro,
y los que espero saber hospedar.

Les deseo entonces, 
felices e infelices días viejos,
 y felices e infelices los que vendrán!! 

Emedeerre. 












martes, 26 de noviembre de 2013

Los niños

Los niños no sabían, claro que no sabían
pero su honestidad era tan contundente,
que la idea de completud les quedaba chica.
Porque no había nada ahí que necesitara completarse,
porque el niño se multiplicaba cada vez que la niña
lo besaba, 
y la niña regalaba su inmensa sonrisa cada vez
que el niño le ofrecía sus brazos. 

Niños de cuerpos grandes, habitaban una adultez impuntual
invitándonos a todos a su kermes de caricias.
Bailando y riendo en un nudo de besos,
salpicando una absoluta alegría, 
demostrando sin voluntad alguna,
 que el tren pasa siempre más de una vez.

En un swing de bocas, lengua y saliva, 
los niños se deshacían a carcajadas, 
contagiando unas ganas azules de un durante perpetuo.

Y la sincronicidad de su alegría
hacia metástasis en el resto,
como si hubiesen estado esperándose desde siempre,
 el niño hombre, 
 hermano de viejas contradicciones,
me regalaba una certeza en tiempos de incertidumbre,
un puente que lo curaba, 
y me curaba,
y la niña mujer era sin saberlo, 
cómplice y medicina ante el
continuo desencuentro.

Y esta vez, ante la insistencia de la duda,
la potencia de los niños dejaba su moraleja,
 en su piñata de gestos,
en su mensaje erótico,
en su encuentro simétrico e infante,
el amor es una vez más sosiego, 
  el baile que posterga lo absurdo
 e insoportable de la muerte.

Emedeerre.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Nube

A veces tengo un miedo de que mis miedos te den miedo,
quiero decir,
 que mis dudas te llenen de dudas cuando me mirás así,
y quedás hecha una nube.  

Y cuando te veo así,
 me siento un idiota,
entonces se me acaban las excusas,
y me lleno de una absurda certidumbre.
Porque sabes que me mastico los labios de tantas ganas, ciruela,
 de tantas ganas de que dure.
Y me rió de mis miedos torpes,
me agobio por los tuyos,
 me burlo de tus dudas,
y me avergüenzo de las mías.

Porque es tan hermoso este instante en que somos infinitos,
es tan intenso desnudarnos fragilmente,
tan inverosímil como este temor nuestro,
tan constante como el estribillo de tu risa
 que suena en mi cabeza.

Y cuando te siento escapar,
 cuando temo que tu libertad me olvide,
y es mi cara la que se llena de nubes, 
volvés con tu abrazo de tortuga, 
con tus ganas de mis ganas,
con tus ojos de nuez moscada.

Y estamos tan cerca de estar cerca,
tan,
pero tan cerca, 
que cuando revuelvo en el cajón de mis miedos, 
vos los doblás como un par de medias rotas,
cerrando el cajón con llave,
 para venir corriendo torpemente, 
y darme de tus besos
 con la absoluta complicidad de los niños.

Emedeerre.










lunes, 4 de noviembre de 2013

El hijo del gallego.

"Siempre tuvo poco para dar, y lo dió" 
José Larralde

Así fue desde siempre, 
cada vez que decía mi nombre completo
que mostraba mi documento,
que llenaba algún formulario, adivinaba la pregunta que 
después llegaba:
¿Vos sos el hijo del Gallego?
Y si les preguntas a mis hermanos, te aseguro que dirán lo mismo. 

Así fue desde siempre,
será porque me pasó desde chico que me fui acostumbrando,
 y con una tibia sonrisa, con un movimiento sencillo, yo asentía.
Asentía preparado para la lluvia de adjetivos que se venían, 
Que te conocían de las carreras, de "Agua y Energía" 
de la "Pepsi", del pueblo, del club, o de los "Naranjas".  
Que tu viejo es un fenómeno, que tu viejo es un tipazo,
que tu viejo me dio una mano, que tu viejo...

Y si yo no lo hubiera visto diría que esto es un cuento,
de esas cosas que se dicen para regalar un gesto.
Pero con los años aprendí a mirarte sin esa distancia 
de niño, y comprendí que la gente siempre te agradecía lo 
que para vos eran actos cotidianos. 

Tu caminar acelerado, el pantalón medio caído,
el teléfono sonando, y un chiste siempre a mano. 
Un refrán antiguo, la pasión celeste y blanca,
una transfusión de sangre cipoleña, 
tu solidaridad siempre anónima. 

Y hace poco, por esas cosas de que el tiempo
nos va aproximando,
 una vez más la pregunta eterna:
¿Vos sos el hijo del gallego?
Pero esta vez yo no había mencionado mi nombre, 
llenado ningún formulario, mostrado mi documento.
Entre sorprendido y risueño afirme.
Se nota: Caminas igual que tu viejo, me respondieron, 
acaso sin saber el regalo que me estaban haciendo. 

Porque en ese momento lo comprendí todo viejo,
vos marcaste una huella sin buscarlo,
sin querer darle una lección a nadie,
actuando por inercia,
como si la solidaridad fuera un instinto,
multiplicándote en los otros,
metiendo las patas en el barro,
dándote hasta los huesos.

Y porque también te equivocaste,
porque caíste y te levantaste.
llenándote de dolores mudos,
tu caminar te hace cada día más humano.

Por eso hoy se me infla el pecho cuando me comparan con vos,
Por eso esta alegría inmensa de saberme caminando tus pasos,
intentando seguir tu huella,
perpetuando alguno de tus gestos,
sabiéndome afortunado de poder decir,
con un orgullo humilde y sincero:
Si, yo soy el hijo del gallego.

Emedeerre.




jueves, 31 de octubre de 2013

Cruces

He comenzado a sospechar de la idea de completud.
Nada que sea completo, ningún sistema cerrado
puede garantizar un amor que se pretenda sano.
Quiero decir, festejo el amor que multiplica,
el amor que abre,
el amor que se soporta incompleto.

Pues la máxima expresión de libertad
será siempre la apertura constante hacia los otros.
Por eso dudo y me resisto a la idea de
la media naranja, 
del caminar juntos,
de los futuros simétricos.
.
 A quienes caminan a nuestro lado,
no podremos verles los ojos.
Por eso deseo gente que me cruce,
que me demore,
que me interpele,
y desvié mi trayecto.
Porque en esa detención,
en ese encuentro,
me habré ramificado,
habré nacido un poco más,
habrá brotado el otro en mí.

Procuro entonces,
gestos diagonales y perpendiculares,
renunciando así a destinos paralelos.
Porque cuando un rostro me conmueve,
no lo pretendo a mi lado,
quiero detenerme en él,
demorarme en cada uno de sus gestos,
en su sencilla lentitud,
y acaso sólo después continuar,
continuar sabiéndome alojado en ese rostro extranjero.  

Porque el amor, 
 acaso no ha de ser simétrico,
tal vez ni siquiera deba ser recíproco,
el amor quizá sea una cruz,
no de las que se cargan en la espalda,
ni de las que echan culpas,
sino de las que multiplican,
las que potencian,
las que empujan
y rompen mismidad.

Porque acaso el camino es símplemente
un laberinto de otredades,
una permanente diagonal entre ajenos rostros,
Quiero decir,
tal vez al final del camino
 sólo seamos un territorio habitado por los otros.

Emedeerre.






jueves, 3 de octubre de 2013

Puentes

"Salud mental es estar acompañados" 
Frente Creativo Artepidol

No hay quien pueda asumirse autosuficiente.
Ni un gesto que se autorealice.
Ni una mirada que sea autónoma.
Por eso la persistencia de los espejos.

El individuo no existe.
No hay nada dentro nuestro que no esté dividido en infinitos otros, 
nada que no sea más que múltiples otredades
que nos sostienen o nos ignoran.
Pues no habrá nunca propiedad privada del yo.

Quizás la virtud consista entonces,
en asumir esta imperiosa necesidad de alteridad.
Saberse carentes desde el principio,
burlando así,
la obsoleta idea de lo individual.
Porque nunca podremos bastarnos solos,
porque nunca podremos escribir sin otros ojos que nos lean,
porque hasta el suspiro más íntimo de una noche cualquiera,
está inspirado en un rostro ajeno.
Porque no hay soledad que no cale hasta los huesos.

Entonces, me resisto a la falaz maquinaria que todo lo segrega.
¿Quién pretende el absurdo de auto-realizarse?
Si apenas acaso, podemos alter-realizarnos. 
Nadie se autoayuda cuando lee un libro ajeno, 
y carecemos de autonomía alguna
 desde el momento en que la mirada materna nos encuentra. 

Un árbol muere cuando no tiene a quien brindar su sombra.
El viento silva solamente cuando hay quien se le resista
y el tiempo seguirá persistiendo mientras tengamos con quien habitarlo.
Pues nada genuino se sostiene unilateralmente.

Por eso la obsesiva necesidad de espejos,
el perpetuo ejercicio de alojarnos en el otro,
la búsqueda constante de gestos recíprocos.
Por eso todo es y será siempre,
 una imperiosa necesidad de puentes hacía los otros.

Emedeerre.


martes, 24 de septiembre de 2013

Sísifo

"Solo una cosa no hay. Es el olvido" J.L. Borges

Bien sé que la batalla esta perdida de ante mano,
pero bien sabés que no tengo otra posibilidad que intentarlo de todos modos.
Que como un Sísifo cotidiano me debo a la cíclica tarea de olvidarte.
Y hay momentos, que no llegan a ser días, 
en los que parece que mi voluntad
realmente fuera mas fuerte que mi deseo.
Inocua trampa, ciruela,
vos y yo lo sabemos,
pero debes permitirme esta máscara estéril ante los otros.
Aunque sepa que la roca es demasiado grande, 
debés dejarme pensar que realmente no estoy pensando en vos
cuando el mundo me interpela por nosotros,
debés permitirme esa licencia apócrifa.
Porque bien sabés ciruela que cuando al mundo le digo que ya no te pienso,
y los días pasen sin casi notarte escondida en mi memoria,
vuelves cotidianamente a las siete de la tarde cuando el sol comienza a bostezar,
o cada vez que no encuentro las llaves, 
o cuando la canilla gotea, 
o cuando pasa el tren detrás de casa, 
o cuando Griego me ladra esperando tu caricia.
Sí ciruela, sé que la batalla está perdida de ante mano,
pero todos los lunes comienzo optimista en el oficio de olvidarte,
intentando demoler tu imperio de recuerdos.
Y tal vez los martes pueda postergarte casi por completo,
y los miércoles sólo a la noche tu viento me moleste un rato. 
Claro que los jueves a la siesta, ya flotas por toda la pieza,
y los viernes cuando suena el despertador
 siento que me abrazás pidiéndome diez minutos más.
Los sábados me engaño pensando que Sísifo ya no está maldito,
que realmente puedo llegar a la cima de la montaña,
abandonando esta tonelada de recuerdos y 
 alcanzando cierta paz.  
Pero entonces llega el domingo, 
y con él, tu ejercito de reminiscencias
y mis brazos pierden su fuerza,
y la espalda duele tu falta,
y preparo el mate con tu yerba,
y griego se echa a mis pies,
y abro las ventanas del iris,
y te dejo empaparme por completo,
y entonces te regalo otro domingo, ciruela,
otro domingo más, 
con la triste y dulce certeza de saber 
que serán siempre tuyos, 
otro domingo como Sísifo cargando su roca,
otro domingo con la absurda tarea de olvidarte. 

Emedeerre.






martes, 10 de septiembre de 2013

32 (Y no alcanza)

He multiplicado mi territorio,
expandido mis parcelas,
he conquistado tristezas,
he descartado certezas,
he pedido perdón, 
Y no alcanza.
He sido abrazado por un árbol,
he reído hasta el llanto,
he acariciado una espalda,
he visto la arena caer entre mis dedos,
y no alcanza.
He apagado el despertador a diario,
masticado dolores,
fusilado recuerdos,
decepcionado otredades,
roto promesas,
he jurado para siempre.
Y no alcanza.
He creído en una verdad,
las he negado todas,
he visto una sonrisa perfecta,
la he perdido, 
me he ido y he regresado,
Y no alcanza.
He amado hasta la médula,
he mirado a los ojos, 
he insultado al aire,
he querido morir,
me he reído de ello
y no alcanza.
He dado treinta y dos vueltas alrededor del sol,
me he multiplicado en cada afecto,
he sido inmortal en cada abrazo,
he agradecido cada gesto,
he dejado de buscar el sentido,
he vivido demasiado,
no he vivido suficiente.
Y no alcanza.
He extrañado a mi tía,
he sentido el olor de un libro muerto,
he equivocado la ruta,
 no he llegado a ningún lado,
he descubierto que no era necesario llegar,
Y no alcanza.
He intentado desdibujar los limites de narciso,
he fracasado,
he continuado, 
me he vivido encima todo este tiempo,
la vida me ha elegido como vía,
he devenido en vida.
Solamente queda decir gracias. 
Y no alcanza.

Emedeerre.













martes, 27 de agosto de 2013

terapia

Puede ser que todo no sea más 
que repetición
tras repetición,
de errores pretéritos,
pero prefiero pensar que elegir
a veces duele. 

Puede ser,
y los manuales así lo afirman,
que no somos más que consecuencias de causas viejas,
sujeciones a reglas escritas por otros, 
pero elijo pensar que mi territorio
todavía te espera. 

Puede ser,
 como decía un profesor,
que la libido se divida en objetos parciales
elijo pensar que el amor
se multiplica en sujetos totales.

Y puede ser,
que nombrarte sea un fallido,
a mi me gusta pensar que de algún modo
es tu mensaje. 

Puede ser 
que la cura tenga una dirección,
que el duelo finalmente exista,
pero elijo pensar que la tristeza también sabe
y  no es compulsión el extrañarte. 

Puede ser
que mañana no me duelas y
la felicidad se halle adelante,
pero hoy prefiero esta renga necesidad de pensarte,
a la absurda y prepotente
salud de olvidarte.  






martes, 6 de agosto de 2013

Mientras

"Uno es lo que hace con lo que tiene" 
V. Frankl.

No quiero pensarnos mañana, no.
Me resisto a esa obsesión por el futuro.
De qué sirve saber si pasado mañana aún dormiremos juntos.
Qué sentido tiene saber si mañana seremos, 
cuando hoy estamos siendo.

Es decir, todas las cosas que quiero contigo Ciruela, las
quiero mientras.
Porque me resultan engañosas las preguntas del mañana.
Porque he aprendido de memoria a cruzar los dedos ante
la promesa de los para siempre.
Porque es imposible habitar lo que vendrá.

No existe el para siempre, Ciruela,
 esa vieja excusa del seremos, 
no hay nada allá adelante que no
podamos aprehender durante.
Quiero decir, hoy mis días se conmueven junto a los tuyos,
hoy somos mano apretada, 
beso desayuno,
piel polifónica,
hoy somos cama, nudo y silencio.
Entonces, ¿De qué sirve un mañana hecho de frases?

No, no existe el para siempre, Ciruela,
por eso no hablare de un amor ulterior,  
por eso no me escucharás jamás suponer lunas con miel,
nombres de hijos,
promesas a priori, 
trampas a posteriori,
amor premeditado. 

Nada de eso será por mi nombrado, 
toda mi promesa eterna será durante,
prefiero este mientras ignorante,
lo que vamos haciendo mientras somos, 
este cotidiano instante,
este amor gerundio,
elijo y te prometo este hoy inmenso y constante.  


  




jueves, 25 de julio de 2013

Cucheta

Sé que no lo elegiste, no al menos en principio.
Pero sabé que yo tampoco.
Fue por esos azares consanguíneos,
vos de hermano mayor, yo de hermano menor.
Entonces la cucheta claro, vos arriba, yo abajo,
en esa suerte de cama barco de la calle Los Pinos.

Y es curioso como nunca quisiste salirte de ahí.
Quiero decir, como toda tu vida te esforzaste en mantenerte cuidándome del mundo.
Arriba mío, para que todo te llegara antes por las dudas,
una suerte de paraguas, para que trajera lo que trajera la lluvia de la vida, 
vos lo recibas primero.
Un escudo protector por si la realidad amenazaba con lastimarme.
Vos siempre arriba mío, haciendo que todo me doliera menos.

Claro que sé que cuando tocábamos madera sin pata, 
o rezábamos a la par,
no era que vos creyeras mucho en eso, 
simplemente era otro pacto nuestro,
una complicidad hermana para hacerme sentir cuidado.

Y como nunca te gustaron mucho las palabras,
como nunca fuiste de grandes discursos ni consejos a priori,
te multiplicaste en gestos.
Una cueva de sabanas y alfombra azul en nuestro cuarto,
el billete entrando en secreto en mi bolsillo,
el básquet en el patio cuando las cosas se ponían feas en casa,
un bautismo aéreo a Buenos Aires,
el chocolate en mi mesita de luz,
viajes mate y mate a Bariloche,
un vínculo que trasciende toda sangre.

Y vos nunca sabrás lo que se siente tenerte arriba,
cuanta tranquilidad esta de sentirme por siempre cuidado,
y bien sé que estas palabras regalo nunca igualaran 
 tus gestos, 
la certeza de saber que duela lo que tenga que doler el mundo, 
o ría lo que tenga que reír la vida,
vos estarás arriba protegiéndome en la cucheta diaria,
vos siempre serás mi escudo,
mi paragolpes cotidiano,
mi hermano mayor
mi amuleto de la suerte.

Feliz Cumpleaños hermano,
toquemos madera sin pata,  
un, dos, tres, ya!









miércoles, 17 de julio de 2013

Naftalina

Van bajando así, como bolitas de naftalina,
quemando el esófago tímidamente, 
una manada de palabras constipadas,
chocándose entre si, 
irresolutas, yendo y viniendo con ese gusto a naftalina, 
a punto de saltar al vació de la lengua, 
de ponerle palabra y letra a ese saber sabido de ante mano, 
porque la miro y ya sabe, ya sabe lo que no le estoy diciendo,
y entonces esta acidez,
estas ganas de escupir una a una las bolitas de significantes,
de decírselo, de decirle todo lo que ya sé que sabe, lo que sabe que sé.  

Y ella que se retuerce, mariposa con sus labios temblando,
entonces le toco la panza porque sé lo que se siente,
una caricia anti acidez, 
un intento de digerir este bolo alimenticio que nos consume,
estas ganas ansiosas de decirlo todo de una vez, 
de vos sabés que yo también,
y es tan lindo verla dudar, mirándome con sus ojos color silencio,
con su estomago bicho bolita.

Y los dos nos miramos desde un saber epidérmico,
una conversación de piel, de poro y miedo. 
Y se nos van cerrando los ojos, y las bolitas de naftalinas
nos dan tregua, el esófago ya no arde tanto,
señal de que la acidez va pasando,
con mi mano en su panza, 
con su mirada discurso,
con este amor tan silencio. 







lunes, 8 de julio de 2013

Miedo

Es tan lindo Ciruela, tan caprichosamente real.
Verte ahí, dormida, acribillándome los ojos, 
esquivándome la mirada con tu vergüenza de piel desnuda.
Porque como todo fantasía, ésta quedó chica, 
 un talle menos que lo real,
despertándome con la tibia certeza de que habíamos lanzado la primer piedra.
Que vos la tiraste, claro, cansada tal vez de mis inocuas elucubraciones,
dándole inicio a un juego de carne y hueso,
de puente, sudor contra sudor,
de pieles cuyas geografías se recorren inseguras.  
Y ahora tengo miedo, tanto miedo, miedo de tener miedo, 
un metamiedo mirá, como un miedo a que todo el miedo
previo no haya sido suficiente.
Y de sopetón estas ahí, desnuda en mi cama
sin darme tiempo a preparar mis defensas lúdicas,
mis peros, mis tal vez, mis quizás.
Nada de eso... tiraste la piedra, y me dejaste así
con este miedo zonzo, miedo niño a esta bola de nieve
y lunares que se viene, con este enano saltándome en el
esófago, con esta sensación de pies calentitos,
de palabras tejidas para abrigarnos de un invierno demasiado largo
ciruela, 
 un invierno que empezó antes, mucho antes de que
vos me sonrieras por primera vez, 
y quizás por eso este miedo adolescente, 
miedo de perderme otra vez en migo mismo,
miedo de perderte cuando apenas te estoy encontrando, 
cuando apenas nos mordimos el labio, 
cuando sólo fueron unas galletitas y mate amargo, 
y vos sonriendo sin poder mirarme fijo,
haciéndome sentir demasiado importante, 
cuando debería ser yo el que no pueda mirarte, 
el que te dé las gracias sonrojado por haber tirado la piedra, 
 partiendo en mil astillas mi estúpida coraza
de palabras cobardes, arrancándome de cuajo de esta falsa seguridad 
solitaria, de este onanismo intelectual, llenándome de viejos miedos que 
creía extintos, volviéndome un cachorro humano que mueve la cola
esperando que lo dejes entrar  y que lo acaricies ciruela, 
sobretodo que lo acaricies. 



jueves, 4 de julio de 2013

Obstinación (segunda parte).

"Si la vida es una orgía lenta,
lo mejor debe estar por llegar"
Kevin Johansen. 

Probablemente pueda asustar un poco este anacronismo,
esta seguridad potencial.
Es que tengo la certeza de que todo ya sucedió de algún modo, ciruela.

Quiero decir, que aún no te haya mordido el labio,
que no te haya escuchado cantar bajo la ducha,
o que ni siquiera te hayas paseado semi denuda por mi cuarto,
es por única y exclusiva culpa del futuro perezoso,
de su dilación temporal

Pero debes saber que ya sucedió de todos modos, 
que aunque el futuro demore su llegada,
aunque el tiempo se obstine en postergar lo inevitable,
nosotros ya existimos, ciruela.

¿Es que no sientes ya que estamos leyendo el mismo cuento en la cama?
¿Acaso de verdad no ves cómo me sonrío cuando amaneces con 
el pelo hecho un caos?
¿Puede negar alguien que ya estamos caminando juntos de la mano,
mirando aburridas vidrieras, 
cómplices del absurdo de habernos querido desde hace tanto tiempo?

Y te pido disculpas si esto te asusta un poco,
pero me sobran pruebas de que esto sucederá de algún modo,
tengo fundamentos concretos para anunciarlo,
tengo tu gesto sonrojado cuando me miras de coartada,
tienes mi estómago hecho un nudo cuando me sonríes de testigo. 

Porque sabes tanto como yo, 
con ese tipo de certeza que es piel de gallina,
con una seguridad que quiebra la razón
y es pura, maciza y obstinada esperanza, 
que no podremos evitarlo, ciruela, 
que ni siquiera el máximo esfuerzo voluntario
podrá impedir el encuentro de mis manos con tu espalda,
de tus pelos con mis sabanas,
de todo tu vos, del todo conmigo,
porque todo esto ya ha sucedido,
solo que aún no lo hemos vivido. 

domingo, 30 de junio de 2013

Asimetría

¿De dónde surge esa insistencia por lo preciso?
¿Por qué esa manía por lo exacto?
Esa obsesión por los kilos y los centímetros,
esa violencia por lo simétrico,
esa absurda balanza existencial.

¿Por qué nos molesta la asimetría?
¿Por qué nos ofende lo que sobra o lo que falta?
¿Por qué el despertador a las 7.15?
¿Por qué nos duele lo que no encaja?

Como si la existencia tuviera las piezas exactas,
y una obstinada fuerza nos obligara a encastrarlas.
Como si el amor pesara setenta y dos kilos, y
la vergüenza midiera treinta y siete centímetros.

Pero ahí vamos,
llenando agujeros,
calculando odios,
eliminando diferencias,
homogeneizando rostros,
normalizando a los otros.

Como si naciéramos con una calculadora en la lengua,
como si tuviéramos un centímetro en los ojos,
como si nos equivocáramos puntualmente,
como si supiéramos la raíz cuadrada de la tristeza,
como si sintiéramos con regla de tres simples.

Si ignoramos cuánto pesa el sufrimiento,
si carecemos de horarios para la timidez,
si  no sabemos cuánto dura una angustia,
como se calcula la esperanza,
ni cuando muere un sueño. 

Entonces,
 ¿A quién le importa
el peso de una mirada,
cuánto mide un gesto,
o los segundos que dura un encuentro?.
Tal vez sea necesario
 dejar de calcularlo todo,
de medir faltas,
de dividir afectos, 
de restar virtudes,
de pesar los miedos.
Tal vez sea hora de
perdonar sin metros,
de temer sin dietas,
de amar sin tiempo.

miércoles, 26 de junio de 2013

Cátedra

"Siempre acabamos llegando a donde nos estaban esperando" José Saramago. 

Me recuerdo en ese pasillo antes de rendir el concurso.
Al lado una cordobeza aún sin nombre, 
dos anónimos psicólogos sin saber bien que hacían ni a donde iban.
Recuerdo a una jefa de cátedra a la que siempre le falto lo primero,
pero abundo en lo segundo. 
Recuerdo mi ambición pequeño burguesa,
mi grafo librito de Lacan bajo el brazo,
mis delirios de grandeza, 
algunas pequeñas ideas panópticas 
y mis miedos sin barba. 
Recuerdo un azar que nos favoreció, 
un camino que empezamos a transitar de a tres
 hacia un horizonte poco claro, 
y sobretodo recuerdo una asombrosa complicidad primera. 

Recuerdo prácticos en el piso por la escasez de aulas, 
y recuerdo un estúpido intento por impresionar a los que me escuchaban.
Recuerdo que de pronto el camino se fue haciendo solo, 
que las dudas fueron minando mis certezas psicologisistas, 
mi normalidad a diagnósticos,
que Skliar me entraba como una basurita en el ojo, 
y que no sabía cómo ponerle los guiones al cara-a-cara.
Recuerdo largas discusiones que nos acronopiaron
y también recuerdo algunas caídas que no dolieron tanto. 

Recuerdo que la ignorancia me fue llenando,
que las certezas ahora solo me servían para sonarme los mocos,
que mis miedos tuvieron su primera barba,
y recuerdo a los compañeros Artepidoles enseñándome
que la ética es antes que todo, 
un acto.

Recuerdo que el horizonte se fue aclarando,
que nos fuimos mimetizando, 
recuerdo un rostro que nunca se supo jefe
dándome libertad a cantaros, 
dejándome aprender a enseñar, 
confiando en mí,
llenándome de gestos que nunca explicarán estas palabras.

Recuerdo la amorosidad  constante de mis compañeras,
de mi "jefa" Nadia, de mi "Superyoica" Carla,
perdonándome mi eternas retraídas solipsistas.
Recuerdo a Liniers charlando con  Marx,
a Quino con Foucault,
a Kant con Cortázar, 
y los tres buscando enseñar a carcajadas.

Y hoy, cuando miro para atrás y miro el camino recorrido,
cuando escucho las voz del otro que hoy nos agradece,
la voz que habla de equipo, 
hoy que siento la piel de gallina, 
recuerdo aquel día primero con gratitud, 
ayer convencido de soberbios saberes, 
hoy celebrando ignorancias,
orgulloso del camino construido, 
de los amigos conocidos.   

Y sobre todo agradezco a mis compañeras de viaje,
ayer dos otredades azarosas,
 hoy dos alteridades necesarias,
agradezco profundamente ser parte de esta cátedra, 
en la que poco he enseñado,
y de la que tanto he aprendido. 












lunes, 24 de junio de 2013

Obstinación

Interrumpo el acto de escribir, mientras te escribo.
 Es que cierta intuición omnipresente me sugiere
que me alejaré de la literatura para sumergirme en la literalidad de un rostro.

 Quiero decir que un cuerpo aún ignorado, que
una voz apenas esbozada, y una sonrisa cada vez más cómplice,
me expulsará de este inútil arte de buscarme por un rato.

 Ya no podré sumergirme en el onanismo de mis letras.
ya no esgrimiré esdrújulas, resignaré agudas, multiplicaré sustantivos,
es que sólo querré obedecer tu espalda, conciliar tu sonrisa,
sólo podré mirarte.

 Y lo digo ahora, antes que todo suceda, porque tengo
la certeza de que ya todo sucedió de algún modo,
que vos siempre esperaste encontrarme de este lado,
y que yo siempre te busqué sin animarme a cruzar la vereda.

 ¿Para qué necesitaré escribir
cuando uses mi remera de pijama?
¿Qué menester tendré de verbos,
cuando me estés cebando un mate?
¿Cómo podré siquiera hilvanar un párrafo decente
cuando estés sonriendo en mi almohada?

 Y por estas horas que jugamos a las escondidas,
que nos aparecemos y desaparecemos,
que apenas cruzamos sonrojadas miradas
sospecho que estas serán de las últimas palabras que mis manos tiemblen,
que este sea tal vez,
el gesto previo a un inevitable mutismo,
a una  hermosa y obstinada necesidad de mirarte .



lunes, 17 de junio de 2013

Surinam

“Apenas él amalaba el noema. A ella se le agolpaba el clémiso
y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes”
Julio Cortázar

Podría hacerte gracias,
pero lo que quiero decirte es otra cosa.
También podría decirte una sonrisa,
pero lo que quiero hacerte no lo habitan palabras.
Ya me has escuchado ochocientas veintitrés veces hacerte un te amo,
riéndonos a coro de mi afasia emocional.
Pero voy a decirte lo que quiero,
hacerte sustantivos, 
todo eso que sonrojás.

Voy a decirte que me matropoleo por tus gestos,
me hipotenuso por tus dudas,
me gorstonseo cuando sonreís,
Y que necesito hacerte el humor todos los días.

Vos dirás lavandina, rúcula o rímel.
Yo diré gol, whisky o matambre.
Entonces te impondrás una vez más a carcajadas
y dirás mate amargo, Surinam o espejo.
Y yo, casi sin fuerzas diré
temblor, Guayana o gracias.

Yo seguiré multiplicando decires para no aburrirte,
continuarán los neologismos,
crearé abecedarios,
agotaré haceres,
tocaré todos los verbos. 

Entonces, cuando ya haya dicho lo indecible,
cuando me veas exhausto,
 te reirás otra vez de mi torpeza
y me mirarás cómplice,
conmovida por mi esfuerzo.
Me harás unas palabras y,
pasándome tu mano por la cara,
me dirás un beso.








jueves, 13 de junio de 2013

Intermitencias de la Palabra

Aquí nace una vez más,
 la estúpida prepotencia de explicarme.
Aquí yace otra vez,
la absurda intención de encontrarme. 
.Una vez más la palabra que asoma y se va. 
Otra vez el gusto a nafta que pica en la garganta. 
Algo que decir, y no saber por dónde asumir. 
Llenar de contenido una forma apenas visible,
 una silueta tibia que amenaza con romper la hegemonía del silencio. 
Todo lo que ya fue dicho, 
pasado por la procesadora de la angustia y vuelta a digerir. 
Nunca se está bien cuando el silencio es imperio. 
Y la máquina de decir se ve forzada a vomitar preguntas. 
Un pero, un para, un por qué.
La falsa poesía del soliloquio casi perfecto. 
Un grito mudo ante el escenario íntimo del espejo.
Esconderse miserablemente de la mirada de los otros. 
La cruda economía narcisista vendida al peor postor.
Aquí nace una vez más,
 la estúpida prepotencia de explicarte.
Aquí yace otra vez,
la absurda intención de encontrarte. 

domingo, 9 de junio de 2013

Sindicato de Emociones

Es hora de organizarlas, de devolverle sus derechos vulnerados, de restituirle su lugar dentro de esta maquinaria del miedo.
La tiranía de la razón las ha visto esconderse durante siglos, y es momento de subvertir este orden oscuro.
La lógica racionalista ha multiplicado significados de saco y corbata obligándonos a esconder lo latente de nuestras existencias.
Pienso, luego Existo. Falso algoritmo, apócrifa idea de que razón y verdad son sinónimos.
La verdad no tiene nada de racional, y si de algo dudo, es de mis certezas. 
Al menos yo, nunca dudé de la alegría del primer beso, del miedo al abandono, 
de la bronca ante lo perverso, del dolor por el que ya no está. 
Entonces, me resisto con todo mi ser a suponer que hay algo de certeza en la razón, me resisto a este imperialismo moderno, a esta sepultadora de emociones, a esta estúpida herencia. 
Porque no hay nada más concreto, no hay nada más material
 que los nervios por la llamada que no llega,
que la mirada que se sostiene,
que la ansiedad por una espalda, 
que el rubor ante la persona amada.
Pero no, el imperativo Cartesiano, nos ha obligado a avergonzarnos del miedo, a esconder las lágrimas en las oficinas, a retener las carcajada en los oftalmólogos, a medicar la tristeza, 
a suprimir el temor a lo incierto. 
Entonces vamos escupiendo explicaciones, resolviendo ecuaciones que no duelen, creyéndonos hombres serios, impostando madurez, vomitando respuestas. 

¿Qué tiene que ver la seriedad con el conocimiento?
¿De dónde nace esa absurda prepotencia de esconder el llanto?
¿Qué razón puede tener una idea de progreso que todo lo asesina?
¿Quién nos ha privado del derecho a emocionarnos?

Entonces es momento de construir un sindicato de emociones, 
de socializar la alegría, la inseguridad y el miedo
de conciliar al dolor, la esperanza y el llanto,
de defender la angustia, el amor y la tristeza. 
Para entablar una lucha simétrica con los soldados de la razón, con los capitalistas de lo cierto, con los economistas de lo siniestro. 

Porque 
¿Quién defiende el derecho al miedo?
¿Por qué no hay abogados para la angustia?
¿Dónde se esconden los contadores de lágrimas?
¿Dónde están los ingenieros de la duda?
¿Quién se asume doctor en esperanzas?
¿Quiénes son los testaferros del amor?

Entonces hablo de la genuina posibilidad de emocionarnos en un colectivo, de reivindicar el llanto, de volver a las preguntas que nos fueron postergadas, de encontrarnos con el rostro antes que con el nombre.
Porque no hay alegrías solipsistas, porque no hay impotencia que no necesite compañía, porque no hay felicidad que no se comparta y porque no hay dolor que se soporte solo. 
 Llegó la hora de abolir las explicaciones, de desobedecer manuales, de prohibir diagnósticos, 
de no tener razón. 
Sólo entonces podremos celebrar la alegría ajena, solo así podremos temblar los miedos de los otros, conmovernos por la tristeza vecina, dolernos por toda alteridad arrasada,
 llorarnos el amor recíproco.  
Porque no sé cuánto sé, pero sí sé cuándo siento. 
Y porque ante cada saber que se pronuncia,
 ante cada razón que se impone,
hay una emoción que se silencia,
 hay un sentir que se posterga,
 hay una pequeña muerte que nos alcanza. 

martes, 4 de junio de 2013

Cuatro Letras

Quien puede tomarse en serio que son solo cuatro letras.
En qué cabeza cabe la absurda pretensión de encerrar
esta bocanada de aire fresco en una palabra tan pequeña.

Pero sí, desde tiempos inmemoriales así lo han hecho.
Como guarda cárceles de sensaciones,
como imperialistas del sentido,
insisten en decirle amor, 
en escribirlo como amor, 
en castigar su inmensa libertad en esa celda de cuatro letras.

Como si la a, tuviera algo que ver con estos cocodrilos en la panza,
como si la m pudiera traducir algo de esta sonrisa compulsiva,
como si la o rozara de cerca esta sensación de manos en el cielo,
o como si la r final, 
fuera tan poderosa para terminar de sujetar lo insujetable.

Y claro que yo también soy culpable, 
que yo también soy cómplice de este absurdo, 
a veces por ociosidad, otra veces por costumbre
y la mayoría por desesperación,
 también acudo a estas estúpidas cuatro
letras para intentar explicarte lo que siento, ciruela. 

Bien sé que podríamos decirle zapatilla, tentempié, chosmalal,
o sacarina y de todas formas no alcanzaría.
Aunque le dijésemos reflujo, hipotenusa, sambayón o 
formulario seguiríamos muy lejos.
Hasta incluso si buscáramos palabras más grandes, 
si por ejemplo le dijésemos 
trinitrotolueno,
alcantarilla, 
cuchipandorcito 
o
telgopor, 
no se acercaría ni un poquito a esta arritmia cuando te veo,
a esta ansiedad espantosa cuando estás lejos. 

Sea lo que sea me seguiré resistiendo,
seguiré protestando,
lo seguiré intentando, 
porque no puedo aceptarlo ciruela,
no puedo tolerarlo ya ni una gramo,
no puedo seguir llamándole sólo amor 
a esta tonelada de vapor,
a esta cucaracha en la garganta,
a esta genuina e insoportable
necesidad de vos.