martes, 22 de diciembre de 2020

Reciclado

Después de un tiempo 

la memoria aprende a defenderse. 

Se precipita sin vacilar 

sobre fragmentos de plenitud,

y somete al olvido

-frágilmente-

toda evocación de la tristeza. 


Un mecanismo maníaco,

un modo de detenerse en gestos amables,

instantes de bienestar, 

tiñendo de norma

aquello que fue pura excepción


Por eso quizás mi memoria

insiste en recordarnos así,

sonriendo y agotados 

en ese colchón de una plaza,

tomando el tren a un pueblo antiguo,

o en esa bicicleta de la que caímos 

tantas veces. 


Todo lo otro,

las miserias, 

el golpe bajo, 

el desencuentro lacerante,

la indiferencia abrupta, 

todo eso rara vez vuelve.  


Supongo que está bien así. 

Que es una forma de reciclarse.

Que toda potencia de futuro

se construye sobre ruinas 

a las que ya no queremos volver. 


Quizás por eso mi mente enterró

en lo mas profundo el dolor 

que nos causamos, 

y solo evoca, 

-cada vez con mayor intermitencia-

los breves momentos de sosiego que nos dimos.

De otro modo sería insoportable.

En mi presente no habitabas vos. 


    


 


viernes, 11 de diciembre de 2020

Nadie, nunca, jamás

Estaba convencido que si teníamos el por qué,

encontraríamos el cómo. 

Confiaba en que era cuestión de tiempo hasta

que vos encontraras tu manera. 

Juré que mi intensidad nos abarcaría. 


Claro que ahora sé que fue una estupidez. 

Que toda muerte llega después. 

Que hay momentos en que el yo

se pronuncia en nombre del nosotros,

y tuve la soberbia  de jurar que nadie,  

jamás, nunca, 

como yo.  


Ahora, con la memoria desteñida, 

solo queda decirte que lo creía en toda la piel.  

Y aunque vuelvas como ficción,  

yo no mentía, 

solo que las verdades cambian. 


No se trataba del cuánto,

ni del por qué. 

Siempre fue el cómo. 

Lleva una vida aprenderlo. 




lunes, 26 de octubre de 2020

Parecido no es lo mismo


Me enojaba tu obstinado silencio,

tu distancia preventiva

cada vez que decía que te necesitaba.


Había algo en mí que desesperaba 

cuando sonreías tímidamente, 

o pronunciabas cualquier otra palabra

excepto: yo también. 


Una de las últimas veces que nos vimos

-antes que te cansaras de mis repeticiones-

dijiste que había una sutil diferencia

entre necesitar y echar de menos. 


No sé dónde andarás ahora,

pero me gustaría decirte 

que me llevo tiempo entender

que el amor es una potencia y no una falta, 

que agoniza cuando nace de la necesidad 

y se multiplica cuando lo habita el deseo.     






domingo, 27 de septiembre de 2020

Mantra


El tiempo acomoda las cosas,

repetíamos como un mantra.  

Un modo cobarde de nombrar  

lo innombrable. 

Un eufemismo para escapar 

de nosotros mismos.   


Entonces los días siguieron con su trote monótono.

Los horarios pegados en la heladera, 

los gestos edulcorados,  

la mirada esquiva, 

la rutina como un revotril silencioso.


Aunque las cosas no se acomodaban,

repetíamos el mantra, 

Y la piel seguía distante, 

la complicidad trunca,

del deseo muerto, 

el futuro opaco.   


Al final, 

las cosas se nos vinieron encima,

escombros de lo no dicho, 

y solo bastó miramos fijo 

para aceptar que el tiempo 

siempre fuimos nosotros, 

sin fuerzas para sostener 

el amor que se derrumbaba.   

 



miércoles, 16 de septiembre de 2020

Baldosas


Cuando era  chico iba al almacén 

jugando a no pisar

las líneas de las baldosas,

pero siempre en algún momento perdía.

Entonces miraba para el costado asegurándome

de que nadie me viera,

y volvía a empezar.  


Cuando tiraba al aro en el patio de casa, 

prometía que si embocaba diez veces seguidas

mamá y papá dejarían de pelear. 

Nunca las embocaba, 

entonces cambiaba la reglas,

me permitía errar tres veces, 

Me daba otra oportunidad.


Me pasa ahora,

cuando sé que tengo que sentarme

a escribirte y no lo hago.  

Me invento una excusa.

busco algo me distraiga. 

me doy unos días.


Me hago trampa desde que soy chico.

No es por maldad,

así aprendí a defenderme.  

Quizás porque me duele no poder.  

Como aquel niño saltando entre baldosas,

permitiéndose una vida más.



martes, 1 de septiembre de 2020

para siempre

 Está bien, lo reconozco.

Yo dije que era para siempre.

¿Pero era aquello una mentira?


No. 

Todo mi cuerpo lo decía. 

Mis manos eran un ciempiés 

sobre tu espalda, 

cada paso, el primero. 

Y un Dios en el que ya no creo, 

sabe que era cierto.   


Si, yo dije que era para siempre

y no mentía. 

Por más que me advirtieras,

y lo negaras sonriendo,

y me trataras de ingenuo. 


Lo dije con la imprudencia

que da tanto futuro por delante.  

Con la confianza ciega

del que arriesga más de lo que tiene.  

Yo te dije que era para siempre,

aunque insistieras en que eso no existía,

aunque al final tuvieras razón.   


Lo dije y lo sostengo. 

Como lo hice aquella, 

y como lo hago cada vez. 

Con otra fuerza,

a otro rostro, 

a otra piel. 


Con la misma torpeza,

la misma esperanza,

la misma fe. 

¿O acaso hay otro modo?

domingo, 30 de agosto de 2020

Aire

 Alguna vez fui solido.

Todo lo que sabía era cierto.

Las certezas caían de mi boca,

y tomaba decisiones,

y no dudaba, 

y la verdad tenia mis argumentos, 

mi geometría, 

mis deseos,

mi fe. 


Después todo empezó a disolverse.

Perdí solidez.

Me fui dejando arrastrar por otras voces,

me volví un río deseos de otras bocas.  

Aburrido de querer tener razón,

dejé de gritar,

y comencé a fluir por todo 

lo que me conmoviera. 


Ahora quizás solo quede evaporarse. 

Flotar entre los otros sin pretensiones.

Sin la mirada hostil, 

ni la palabra pedante.

Ser una presencia invisible, 

un viento que roza y no arrasa.

Un aire imperceptible 

para aquellos que quieran respirarme. 


  



domingo, 23 de agosto de 2020

Moscas




De qué sirvió esa torpe economía del deseo.
Creer que si yo...
entonces vos quizás...
esa matemática demencial,
ese sostener una forma
vacía de contenido.

Cómo permitimos esa insistencia,
esa absurda idea de la mesura.
Acomodar los modos,
ordenar los gestos,
dosificar los gemidos,
racionalizar los silencios.

Cómo pudimos caer tan bajo,
volvernos la comedia
de la que siempre nos reímos.
Pedirte un poco menos,
exigirme un poco más.
Hacer del amor un Excel.

Porque no está mal
que eso que fue,
hoy ya no sea.
Lo que duele es la mecánica cobarde,
la agonía gozosa,
la obstinación de la mosca
golpeando contra la ventana,
sin atreverse a cambiar su vuelo.



 


 



viernes, 14 de agosto de 2020

Scanner

La primera vez que lo vi a Pablo, 

me cayó mal. 

Era el mejor del equipo de básquet. 

Un tiempo después me ofreció sentarme 

a su lado en un colegio secundario

del que no hubiese salido vivo sin él. 

Veinte años más tarde me convertí

en padrino de su hijo.


La primera vez que leí algo de Luis

en facebook me causó rechazo. 

Cómo alguien podía compartir

fragmentos de novela ahí.

Tres años más tarde, 

Luis no solo me ayudó a escribir

y corregir dos novelas,

sino que se volvió un amigo imprescindible. 


Hoy leí un libro de poesía

de un tipo al que hace un 

tiempo había visto recitar en Youtube

y algo me había disgustado.

Su libro me rompió la cabeza. 


Conclusión: 

La primera impresión no es la que cuenta.

La mirada, a veces, 

es un scanner que funciona mal. 









martes, 4 de agosto de 2020

Privilegios

No sé escribir con la furia
del hambre,
con la piel rajada de frió,
escribir como los que
nunca pudieron ver el mar
ni calentarse junto al fuego.

Desconozco cómo es escribir
con las manos ampolladas,
con el cuerpo cansado,
con el barrio sangrando,
y para ser honesto,
no pretendo hacerlo.

Porque lo que me duele,
y me conmueve
es la conciencia de que
el mundo empieza fuera de mi,
y desde ahí,
busco y escribo.

Porque quizás el azar,
acaso el destino,
-pero nunca el mérito-
me parió del lado
de los intactos.

Los del plato lleno,
la cama abrigada,
la mano caricia
y no golpe,
la ternura como suelo.

Pero este privilegio,
esta suerte de
que la hospitalidad
haya sido la norma,
y la hostilidad la excepción,
me obliga a no ignorar
el sufrimiento ajeno.

Porque hace tiempo
entendí que nadie
se salva solo,
que la vida no puede
ser sólo la posibilidad de algunos,
que no hay deseo cuando
hay hambre,
y que el mundo no debería
ser jamás
patrimonio de unos pocos.

Por eso,
aunque no escriba desde la furia,
ni desde el frío,
ni desde el hambre,
escribo con el dolor de los que me duelen,
con los dañados y los rotos,
escribo mientras la insurrección avanza,
y hasta que todos los privilegios
-incluido los míos-,
caigan.


















lunes, 3 de agosto de 2020

supongamos

Supongamos que es tristeza.
Que se escribe tristeza,
y se pronuncia como tal.

Supongamos que lo admito,
y digo que si, que es eso.
Aunque se sienta distinto,
y desconfíe de su textura, 
de su peso 
y hasta de su timidez.

Supongamos que lo es, 
-aunque insisto: no lo sé-, 
¿Por qué debo asumirlo, 
y confesarlo como una fe? . 

Si esto que parece tristeza,
que sabe como ella,
y tiene sus formas,
sus modos,
y su voz, 
pero aun dudo de su nombre,  
¿Ante quién me debo disculpar?

Y si finalmente lo es,
y asumo mi debilidad, 
porque extraño una tierra,
y me parece cruel la distancia, 
y hay rostros que me faltan
y temo no volver a ver.
¿Quién me obliga a tener que poder?  

Y si tienen razón,
y es eso que se escribe como tristeza,
y se pronuncia como tal,
y estoy exagerando, 
y va a pasar, 
como afirman que todo pasa. 
¿No puedo fingir no saber?
¿Evitar nombrar a eso que duele?
¿O alguien está libre de sus nostalgias?



 



 



Sed

En el principio todo fue una boca.
Ni uno ojos,
ni unos labios,
ni una fe.
Lo juro, 
la caminaron mis manos.

Esa boca,
-que fue el principio-
fue un domingo,
fue un futuro,
y recorrió el frío de mi piel.

En el principio fue una boca,
y ahí mismo fue el desierto,
el oasis,
y el fin de toda timidez. 

Después vino lo otro.
La palabra torpe, 
el silencio crudo,
el desprecio,
y el caer.  

Después vino lo otro,
pero eso no importa.
Porque una vez ese boca
lo fue todo, 
y de sus restos bebe mi sed.    







miércoles, 29 de julio de 2020

Después

Es absurdo pensar que sabia hacía dónde. 
Que todo obedece a causas precisas,
a un sendero definido, 
a un horizonte puntual .

Nunca lo supe. 
Todo fue llegando después.
Como un mar que te devuelve a la orilla, 
una resaca, 
un menos mal.

Y claro que sé que tuve suerte.
Que podría haber sido de otro modo.
Que todas las veces que lancé la moneda  
fue porque, 
antes que nada,
tenía una moneda. 

Pero eso no es el cosmos,
ni la norma,,
ni siquiera una verdad.
Mi camino es el de muchos,
pero no el de todos.

Pude entrar. 
Conocía a alguien 
que conocía a alguien;
me dejaron pasar.
Callé cuando otros hablaron,
o salté justo cuando 
había que saltar.

Pero mi mundo no es el mundo.
y si no soy parte de los rotos,
fue por suerte, no por voluntad. 
No hay mérito.
Todo llegó después. 
Y para que haya después,
alguien tiene que asegurarte el antes.

Sí, 
nunca supe hacía dónde, 
pero siempre tuve con quién. 
Esa esa toda mi suerte,
esa es acaso,
toda mi virtud. 
  





lunes, 27 de julio de 2020

Sentimiento oceánico


 La primera vez no tendría mas de quince años. Entonces hice lo único que se puede hacer cuando una certeza es tan abrumadora: compartirla.
Todavía siento mi respiración, la alfombra azul, el galope en la sangre y el dictado de esa voz interna de la que yo era sólo un medio.
Con el temblor de quién no sabe cómo, pero tiene un porqué y con adolescente impunidad -que más tarde la adultez expropiaría- anoté:
La vida es asombrosa.
Doblé el papel y al otro día se lo entregué a mi mejor amigo.
Dos o tres veces más esa experiencia brutal e intransmisible volvió a repetirse. Frente a un mar absoluto, con esa canción que llegó en el momento preciso o al terminar aquel libro que se me hizo carne.
Después, el mundo se encargó de hacer lo que sabe. Formularios, mérito, la postergación de toda infancia y esa manía de ponernos a girar en círculos buscando morder nuestra propia cola. Formas de sumir en el olvido esa certeza, ese sentimiento oceánico que, quizás, es lo único que vale la pena recordar.
Pero hoy me topé -perdida en mi biblioteca- con una foto de papá en su niñez; un mensaje me despertó anunciando la paternidad de mi mejor amigo y vos hiciste ese gesto puntual que desata nudos.
Busqué papel, lapicera y escribí al galope.
Como una advertencia, dejé el papel doblado bajo la almohada.

viernes, 17 de julio de 2020

Quiero lo que puedo


Fue lo que pude,
no lo que quise.
Y si lo pienso,
siempre fue así para mí.
¿O pensás que no me hubiese
gustado que fuera de otra forma?
Pero mi historia está hecha
de lo que pude.
Lo que quise,
siempre fue la excepción.
Digo,
no siempre querer es poder.
Quizás para algunos,
esos que hacen el mundo
a su medida,
otros, la mayoría,
hacemos lo que podemos.
Entonces a veces,
de tanto querer,
al final puedo un poco.
Nunca al revés.
Y te pido perdón si ya no te sirve,
pero recién ahora puedo.
Aunque no te alcance,
sea poco,
o me digas que ya es tarde.
Vos no sabés cuántas veces quise
y no pude,
no supe cómo.
Es que nadie me advirtió,
nadie me dijo,
que a querer nadie te enseña
y que a poder también se aprende.


viernes, 3 de julio de 2020

Lado b

¿Y si en lugar de haberme levantado
de la mesa esperaba cinco minutos más?
¿Si hubiese aceptado el trabajo
en aquel pueblo olvidado de la cordillera?
¿Por qué me resistí tantos años
a leer ese libro que me sugirieron
infinidad de veces?
¿Y si mi mano se hubiese animado
a agarrar tu mano en la oscuridad de aquel cine?
 
Por estas horas pienso
en todo eso que no sucedió.
Las posibilidades descartadas.
Lo que cae del lado invisible
de cada decisión.

El colectivo que no me atreví
a tomar a último momento,
la vez que te dije que no cuando
todo mi cuerpo gritaba que si,
aquella tarde en que rompí una promesa
y no supe pedir perdón,
ese cobarde silencio
que me costó una amistad. . 

También soy eso.
Las geografías no recorridas,
los rostros en los que no me detuve,
las palabras no pronunciadas, 
todo eso que me habita y no conocí.
Las otras vidas
de las que estoy hecho,
las vidas que no viví.



lunes, 22 de junio de 2020

Procrastinacíon

Quizás sea una limitación de carácter,
una pereza congénita,
una forma de postergarlo todo
hasta que duela.

Como cuando tengo los pies helados,
las manos me duelen,
la nariz se resquebraja,
y reconozco el frió que ganó mi cuerpo,
entonces recién ahí me abrigo.

O las veces que insisto en tediosas lecturas,
películas insípidas,
y no es hasta que siento las ojeras
morderme la vista,
que apago la luz y duermo.

Probablemente esta procrastinación permanente,
esta impuntualidad con mi deseo,
obedezca a mi pobreza emocional,
a un miedo latente a ser cuidado.

Y sé lo peligroso
que puede ser confundir
necesidad con deseo,
pero cuando dijiste lo que dijiste,
y me miraste esperando una respuesta,
solo atiné a hacer silencio.
No por pereza,
ni desidia,
ni falta de voluntad.
Es que entonces tenia miedo
de saber lo que sabía.

Y ahora que no tengo frío,
ni sueño,
te nombro con todo el cuerpo,
y pronuncio las palabras que esperabas,
ahí, donde ya no estás.









jueves, 28 de mayo de 2020

constelación

Las dos de abajo son los pies,
esa que brilla es la cabeza,
y la de la punta es una flecha
o un escudo,
dijiste dibujando con tu dedo en el aire.

Las Tres Marías forman el cinturón,
seguiste señalando el cielo.
No alcanzo a distinguirlo, protesté

Hacé un esfuerzo,
si unís todas las puntas se ve a Orión,
el cazador, insististe.
Nos quedamos en silencio
mirando las estrellas.

Creo que ahí lo veo,
dije después de unos minutos.
Pero hay que hacer un esfuerzo,
tener mucha imaginación,

Son puntos brillantes en la oscuridad,
que, unidos,
forman una constelación,
Se trata de aprender a mirar,
afirmaste.

Como a las personas, dije.
Sí, como a las personas, respondiste.










lunes, 11 de mayo de 2020

Catalino Paredes

Papá llama para saber cómo andamos. Le digo que bien, acomodándonos como todos.
Papá me cuenta de allá. De la mano que le dio a mi hermano más grande vendiendo unos pollos, de la.heladera usada que le consiguió a mi otro hermano; el más chico y de la mezcla de sorpresa y emoción que se llevó ante el llamado de una señora que se ofreció a donar una plata para su fundación. Con eso ahora van a poder comprar verduras para el comedor y abrir una cuenta en una farmacia para que la gente que no tiene nada pueda retirar medicamentos, dice.
Papá me cuenta todo esto con el mismo tono que me cuenta del vino con soda que se está tomando, del gol del Chelo Díaz al rojo que ya vio tres veces en la semana, de que ahora que aprendió a manejar Youtube en la tele se vio tres horas seguidas de José Larralde y que después de hablar conmigo, hará lo mismo con Landriscina.
Antes de cortar papá me comenta que está podrido de que con la excusa del virus a los viejos los traten como a unos inútiles, que no ve la hora de que esto termine para poder ver a sus nietos y de que yo pueda viajar para estar con la familia.
Papá no sabe que cuando me llamó yo me estaba sirviendo un vaso de vino con soda y que desde el momento que me dijo:¿como andás, hijito? yo empecé a temblar porque de algún modo sabía que iba a describir su día con la ingenuidad del que todavía cree que la solidaridad es un gesto obvio y con la humildad del que no se sabe inmenso.
Papá no tiene forma saber que cuando cortamos busqué en YouTube "Fragmentos de Catalino Paredes" de Larralde y para cuando terminé de escucharlo, estaba empapado en llanto porque papá tampoco sabe que la incertidumbre de estos días me potencia las ausencias y que a extrañar es una cosa a la que uno nunca nunca termina de acostumbrarse.
Papá no sabe, -pero ahora se lo confieso- que cuando el me llama me gusta imaginarlo con un poncho colorado, que el es mi Catalino Paredes: el tipo que siempre tuvo poco para dar, y lo dio.

lunes, 27 de abril de 2020

eco

La ausencia del afuera
retumba puertas adentro.
Todo lo que hacemos,
lo que sentimos,
lo que pensamos,
vuelve amplificado,
como un eco íntimo y extraño.
Y en esta caja de resonancia
en la que se han vuelto los días,
algunos gestos se potencian.
Las ausencias son truenos
que nos sobresaltan,
los afectos inundan la memoria,
y los los recuerdos se vuelven el
mapa de regreso de lo que una vez fuimos.
Y encuentro cierto placer en ello.
La prueba concreta de que es cierta
esa neurótica idea de que uno valora
lo que tiene,
recién cuando lo pierde.
Pero las puertas volverán a abrirse,
y volverán los viejos hábitos,
el tiempo escaso,
y la tendencia a inventar coartadas
para estar solos.
Y entonces podremos escapar
de nosotros mismos.
El ruido extranjero será la manera
de diluirnos, otra vez,
en la hostilidad del mundo.
Mientras tanto seguiré atento
a esta reberverancia,
al susurro que me recuerda
que soy un eco.
El tartamudeo débil de todas
las voces que llevo dentro.

miércoles, 15 de abril de 2020

mundos

Hay un mundo más allá de mi mirada.
Un mundo que me pasará por al lado,
que apenas me rozará,
y que nunca podré alcanzar
aunque lo busque ciegamente.

Es decir,
todo lo que sé,
obedece a una suerte de miopía.
Cierta pereza innata
que no me permite ver
el mundo con otros ojos
que no sean los míos.

Entonces me quedo con lo
ya sabido.
Me refugio en un puñado de certezas,
repeticiones de lo mismo.
Voces que me alumbraron
en un tiempo
y se cristalizaron como verdad.

Quizás eso sea la adultez.
Un muro hecho de saberes
impolutos.
La expulsión de toda novedad,
de toda mirada que no se parezca
a la propia.
Un modo de morir.

Pero ese muro no es la verdad.
Porque la vida jamás cabrá
en una sola mirada,
por más soberbia que esta sea,
por mucho que se la pretenda
justificar.

Si, hay un infinito más allá
de mí.
Un mundo de voces,
gestos y vidas inaccesibles
para mi mezquino modo de
abrazar la realidad.

Rostros cuya profundidad
jamás encontraré mirándome
al espejo.
Misterios que nunca
podré habitar.

Un mundo que nace y muere
en los gestos que no me pertenecen.
Trayectorias que no me serán
dadas.
Todo lo que nunca conoceré
vive en el otro.
Ese que todavía no sé cómo mirar.

















viernes, 3 de abril de 2020

Aislamiento

Ayer fue un buen día.
Me da vergüenza confesarlo.
Las cosas se movieron hacía donde
-desde hace un tiempo-
empujo mi deseo.
Pequeños movimientos del mundo,
que a veces, juegan a favor.

Llamé a mamá y le conté.
Me dijo lo de siempre,
eso que hace de su palabra
una cuna.

Si, ayer fue un buen día.
Llegaron ciertas noticias,
la moneda cayó de mi lado,
y mi compañera me abrazó
con su acostumbrada precisión.

Sin embargo una sombra
me acompaño todo el tiempo.
Cierta sensación de privilegio
que lo tiñó todo de obsceno.

Y creo saber qué
habita esa sombra.
Sospecho que ahí están todas
las ausencias,
todos los rostros,
que hace rato no veo.
Esos que de los que estoy hecho.
Esos, que son mi viento.

El mundo se movió hacia mi,
pero yo no hacía el mundo,
y el día en verdad no fue tan bueno.

Un certeza me quedará de este aislamiento:
No hay alegría que se sostenga,
ni deseo que se soporte,
sin la mirada de los que empujan mi vida,
hasta dónde sea que me quiera llevar.



,


lunes, 30 de marzo de 2020

cirugía ética

¿Es un virus que afecta particularmente a la vejez
o es la vejez particularmente un virus?

Cierta espantosa tranquilidad
parece alcanzarnos cuando
susurramos que son ellos, 
los viejos,
Los que están en peligro.

Y esa forma de nombrarlos,
ese sucia impertubabilidad con
la que los señalamos,
me resulta
-irremediablemente-
muy similar a otras formas
de nombrar lo indeseable:

Los extranjeros,
Los discapacitados,
Los locos,
Los pobres.,
los viejos. 
Maneras que encuentra la normalidad
Para expulsar fuera de sí todo lo que no soporta, 
todo lo que no entiende.

Será que la maquinaria al servicio
de cuerpos útiles,
Esa que insiste en confundir 
salud con belleza,
y juventud con eficacia, 
esa que nos bombardea sistemáticamente 
con cremas anti age,
pastillas rejuvenecedoras
cirugías estéticas,
y plásticas del yo,
Encuentra
-bajo está pandemia-
la coartada perfecta para
decirnos de una vez y sin tapujos
que la vejez es un destino social
que debemos evitar a toda costa.

Quiero decir,
y si en lugar de nombrarlos 
como quien nombra una peste,
hacemos el ejercicio de alojar
sus resquebrajaduras,
de acariciar sus marcas.
Si nos detenemos a 
contemplar admirados 
su mapa de arrugas
y a mirar nuestra vida 
en en las huellas de sus ojos.

¿Hay acaso cirugía ética posible?

sábado, 28 de marzo de 2020

Pausa

Sigo en la cama asombrado por la luz que asoma por la ventana.
Debe ser eso que llamábamos sol.
No puedo ni  leer,
sostener la mirada en un párrafo se me torna insoportable.
En la televisión parecen disfrutar del goteo permanente
de nuevos infectados.

Las gatas se acuestan a mis pies agotadas de mi presencia,
escribir se parece a este balbuceo que nada dice,
y cientos de mensajes me invaden sobre lo que debo hacer.

Libros que debo leer,
películas que no me puedo perder,
ejercicios para cuidar mi cuerpo,
y lo saludable que debo comer. 

Órdenes disfrazadas de consejos,
moralizaciones en forma de tips,
formas de escapar de esta pausa del mundo.
Pero yo no quiero escapar.

No tengo apuro por volver a mi vida de antes,
ni ansiedad por lo que vendrá después.
Quizás este silencio venga a decirnos algo,
quizás no.
De lo que si estoy seguro es de
que no quiero sentir culpa por mi quietud.

Quiero decir,
no buscaré estrategias para evadir la angustia,
no accederé
-otra vez-
al mandato del tú puedes.
Flotaré en la incertidumbre.

Si,
Los días seguirán repitiendo
su lenta monotonía,
y mi deseo tendrá su propia curvatura.
Sospecho que hay algo profundo en ello. 
 
Ya habrá tiempo para moralejas
y conclusiones.
Mientras tanto seguiré mirando por
la ventana la luz que asoma.
Es todo que hoy me hace falta.




lunes, 16 de marzo de 2020

Orgullo

No me arrepiento de nada,
todo me trajo hasta acá,
dijiste.

Yo recordé todas las veces
que no estiré la mano,
que miré para otro lado,
que hice silencio
cuando había que hablar.

Estoy orgulloso de mi pasado,
soy lo que soy gracias a eso,
se llama experiencia,
ya me vas a dar la razón,
continuaste.

Yo pensé en que la experiencia
no es sinónimo de virtud,
que la crueldad también tiene historia,
que el orgullo no depende de la propia
mirada sino de la de los demás,
y que antes que la razón,
prefiero la gratitud.

La vida es así,
el remordimiento es de mediocres,
es vulgar,
cerraste y me guiñaste un ojo.

Yo quise decirte
que me prefiero mediocre a miserable,
que lo vulgar, como el amor,
es lo que pertenece a la gente común,
y que quizás la vida es una responsabilidad
no una justificación,
pero no te dije nada.

Te estabas sacando una selfie.











Todos

Deberse al cuidado del otro.
Toda una parajoda en nuestros tiempos.
La libertad individual,
el yo quiero,
supeditado al yo debo,
al bien común.

Quizás esa sea una de las cosas que tanto asusta:
Somos como cualquiera.
No se trata de ellos,
o nosotros,
de pronto el riesgo nos acosa a todos.

Lo vulgar
-dice el diccionario-
es aquello que pertenece a la gente común.
Es decir, al parecer,
la meritocracia no evitaría el contagio.

Y es duro para algunos aceptar esa vulgaridad.
Saberse del montón.
incorporar palabras como comunidad,
prevención,
conciencia social.

Por eso tal vez la resistencia
de acatar las políticas sanitarias,
de postergar lo uno por lo otro,
por el otro.
Y más allá de la infoxicación
-como dice un amigo-,
ya no se trata de lo que queremos,
sino lo que debemos.

Claro que el riesgo
es mayor para los excluidos de siempre.
La vejez vulnerable,
la pobreza sin acceso,
la marginalidad de los
que viven al margen.

Y no sé si aprenderemos
algo de todo esto,
si hay moraleja posible,
pero quizás, apresurandome,
me quedo con una:
Es el miedo, no el amor,
la forma encuentramos para preservarnos.

Y hasta que esa ecuación no cambie,
mientras el pánico individual
se imponga a la solidaria comunidad,
no habrá vacuna con la cual defenderse.


















lunes, 2 de marzo de 2020

Recaída

Fue dura la abstinencia.
El cuerpo me temblaba.
lloraba a diario,
algunos amigos se cansaron
de mis mentiras,
mis recaídas,
hasta yo dudé de mi,
pero hoy puedo decir
que estoy limpio.

Sí, estoy limpio.
Fueron setecientos días.
Siento que merezco mi medalla.
y el aplauso del grupo de
neuróticos anónimos.

Ya no entro a tu muro,
no miro tus historias de instagram,
ni tu última hora de conexión.
Ya no paso por el bar donde
nos conocimos,
ni me tomo el colectivo
para ir a nuestra plaza.
Apenas si te sueño.

Y ahora que ya no te siento en mi cuerpo,
ahora que pasaron los temblores,
y la sed insoportable por verte,
ahora que finalmente me desintoxiqué,
siento que es hora de volver a intentarlo.

Pero quizás antes,
debería mandarte este mensaje por privado.
Si, eso.
Entrar un segundo por un instante a tu muro.
Ver una foto,
una sola,
mandarte este mensaje.

Aunque ahora me duela la panza
viéndote sonreír en esa playa,
y me transpiren las manos mientras te escribo,
y me vuelva a preguntar por qué,
y le diga a mi amigo que estoy en casa
mientras me subo al colectivo,
y me siento en nuestro banco de la plaza
con la esperanza de cruzarte,
y me repita temblando que fueron
casi setecientos días sin pensar en vos.














martes, 18 de febrero de 2020

Red

Mamamos la hostilidad como lazo,
el éxito como horizonte,
el mérito como mandato
y creímos,
de verdad creímos,
que el mundo estaba hacía adelante.

Nos dijeron progreso,
futuro,
y desarrollo individual.

No nos hablaron
de la mamífera necesidad de ser manada,
de la ternura que cabe en un gesto,
ni de los infinitos otros
que nos habitan. 

Nadie nos dijo de la fragilidad
de los cuerpos,
de las múltiples formas
que encuentra el deseo,
y que el fracaso es un invento
de la moral.

Y claro que duele
el tiempo perdido,
la violencia derramada,
las vidas mutiladas,
en nombre de un individuo
que no existe.

Pero quizás todavía estemos
a tiempo de mirar a nuestros lados,
de entender que nadie crece
para arriba,
sino hacia sus costados.

Quiero decir,
una ética horizontal.
Siendo nudos con
el de la lado,
porque nadie sana solo.

Un red invisible
de lazos que nos sostienen
y nos alojan.
Pura multiplicidad.

Si, una red.
Trapecistas cayendo en picada
seguros de la mano
que vamos a encontrar.









 









lunes, 17 de febrero de 2020

Arterias

La cardióloga me dijo que si seguía así, me iba a morir joven.
-La hipertensión es un asesino silencioso -agregó.
Me pareció una metáfora exagerada.
Después me explicó el funcionamiento del corazón:
-Tiene el tamaño de un puño y es un músculo hueco.
Quise detenerla y decirle que eso era una imagen hermosa, pero no me animé.
-Las venas traen sangre al corazón, y las arterias la llevan al resto de los órganos -siguió.
-Como las personas -interrumpí .
Me miró molesta.
-Quiero decir, están las que llevan sangre para sí, digamos, las personas vena y están las que bombean sangre para las demás, las personas arterias. ¿Usted se considera vena o arteria? -pregunté.
Esta vez la doctora no me miró.
-Dos a la mañana, dos a la noche y nada de sal -dijo mientras me acercaba un blíster con pastillas.
Seguro es una vena, pensé mientras cerraba la puerta del consultorio.

La vida

La vida, el tiempo,
el amor, el Otro, 
la verdad, la patria,
el universo, la muerte...
Como si fueran abstracciones 
que miramos desde una ventana. 

Como si nombrar
la vida así:
vaga,
genérica,
universal,
fuera más fácil
que responder por la nuestra.
Esa pequeña,
vana,
concreta,
falaz.

Quiero decir,
no creo en eso de que el tiempo
acomoda las cosas.
Eso dependerá de cómo narremos
nuestras horas.

No es en nombre de la verdad
que nuestras mentiras serán absueltas
y no es hablando de los otros
que podemos escapar del yo.

Si,
no es la vida.
Es mi vida.
No es el universo a favor
o en contra,
es mi torpeza y mi indecisión.

No es la patria,
es la miseria
adentro y afuera
de mi casa.

No es la muerte,
es el miedo latente
a no haberme vivido lo suficiente. 
No es el amor,
es todo lo que me pasa
cuando estoy con vos.

lunes, 3 de febrero de 2020

ansiedad

Vivo apurado,
soy de esos
Siempre un paso adelante de mi deseo.
Con la mitad del cuerpo afuera del presente,
preguntándome qué viene después
cuando todavía no llegué. 

Es decir,
convivo con la sensación 
de que el tiempo se me escapa,
y lo que esta sucediendo
aquí y ahora
se diluye pensando
en lo que vendrá. 

Vivo fuera de mí,
fagocitandome los dias, 
Espiando el futuro,
desafinando por una
prisa que no existe,
convenciendome que la vida
está en otra parte.

Le dicen ansiedad.
Yo le llamo torpeza. 

Pero a veces,
muy pocas veces, 
me detengo.
Mi cuerpo y mi mente 
coinciden en tiempo y espacio.
Entonces escribo,
o descubro,
que estoy enamorado.



viernes, 24 de enero de 2020

Huracán


Soy así,
lo doy todo, 
me entrego completamente,
dijiste con orgullo.

Yo pensé en que
arder no es lo mismo que quemar,
que pocas veces somos,
por lo general estamos,
que el problema del todo 
es que su reverso es la nada.

Cuando amo arraso,
soy un huracán.
No creo en el amor a medias,
al que no le gusta que se vaya,
seguiste obstinadamente.

Yo quise decirte que
los huracanes también lastiman,
que una relación tiene más de un lado,
y que quizás el amor es lo que aloja
no lo que expulsa.

Y si no,
prefiero terminar mis
días en soledad,
cerraste con la boca temblorosa.

Pensé en decirte
que una cosa es la soledad
y otra estar solo,
pero noté el terror en tus ojos.

Nadie se enamora de lo
que puede dar,
sino de lo que puede recibir,
susurré en el preciso
instante que te marchabas.



















miércoles, 15 de enero de 2020

Y

Está bien el silencio,
el retirarse,
hacer una pausa,
vivirse para adentro,
buscarse bajo piel.

Pero a veces se
vuelve necesario el ruido,
el volúmen alto,
el bullicio extranjero,
gritar afuera
para callar el
aturdimiento interno.

¿O acaso alguien
puede soportarse
con un solo rostro,
una sola mirada,
una sola voz?

Quiero decir,
quizás haya que
dinamitar el mandato de la o:
Todo o nada,
estruendo o sigilo,
esfuerzo o pereza,
puro o impuro,
uno o lo otro.

Prescindir de esa lógica binaria
que nos escinde,
nos entrampa,
nos aleja
para volver a reconciliarnos con
con la y.

Si,
lo uno y lo otro.
Grito y silencio,
dolor y sosiego,
sueño y vigilia,
amor y desamparo,
vos y yo.